Danilo Santos

Carmelo se levanta como siempre, con la cabeza puesta en el trabajo y en que lo que este le rinde no le alcanza, tiene la sensación de estar alimentando más bocas de las que ama.  Josefa camina a la parada de bus con la sonrisa de su hija reforzándole positivamente las ideas, aunque sepa que, por mucho que limpie y barra, lo que recibirá a duras penas los mantendrá con la panza tranquila.  Al Igual que José, oficinista; Annelise, locutora; Raymundo, taxista; Elpidio, María José, Andrés, Ricky, el Bryan, Fabiola, Benji, y muchos, pero muchos en Guatemala, que sienten que están dando de comer a larvas que han sido depositadas dentro de ellos sin que se dieran cuenta.  No hay descanso, los abandonan cuando vorazmente han tomado todo lo que han necesitado para surgir a la vida; e inmediatamente les inoculan otra.

Estamos llenos de colmoyotes por todo el cuerpo, todos los días, durante los siglos de los siglos, y hasta pareciera que al final decimos “amén”.  No basta con sacarse el gusano para que no se siga alimentando de nuestra carne, o darnos cuenta a tiempo y evitar que nos preñen con su anti-vida; es necesario perseguir a la mosca que produce la cadena que nos deja como alimento de su heredad, como sangre a ser cosechada.

Trabajar y entregarse por completo sin ni siquiera sentir un ápice de progreso y al contrario incubar en nuestra propia carne el atraso, de eso se trata el síndrome del colmoyote.

Escapo por un momento, / tu “Lycaste virginalis” no me embelesa / tu pecho manchado de rojo no me engaña, / descarga tus rifles / guarda tus espadas / que no me adorne tu laurel, / juguemos a que no existes / a que no existo / empecemos de nuevo, / desde la tierra misma hasta volver a ella / que nuestra corteza sea roja / marrón / blanca, / no vistas uniforme / yo no vestiré de inconforme, / nos encontraremos en el mismo delta / ante la inmensidad naceremos juntos / en las montañas, / moriremos juntos, sin quitarnos peces / disfrutando cada salto / cada piedra / cada color fuera de nosotros, / llegaremos juntos hasta el final, / dando vida con nuestra muerte. / Juguemos a que no me matas porque puedes, / ya moriré, ya moriré…/ y tú también.

Tengan cuidado con la masa infectada de hambre, porque una vez enardecida es capaz de derrocar a cualquier patriota y borrar para siempre los símbolos que la esclavizan; cuando los hambrientos muerden, muerden duro.

Qué será de vos Guatemala / a mil años de aquí / pero no digamos tanto /a ciento y pico /qué será de tus huesos / No quiero ni pensarlo… / Guatemala-tu nombre-inmortal / estará sepultado / estará enterrado / tal vez / sobre los muñequitos de tu infancia / Triste infancia / bella infancia / la más terrible / la más bella / Guatemala felís-que-tus aras / nótese bien que no digo feliz / no hiciste más que bañarte / guacalearte todo el tiempo / con la sangre de tanto muchacho / de tanto viejo / de tanto niño tragado / apagado a flor de tierra… (“el amanecido”, Luis Alfredo Arango)
Si deciden seguirse guacaleando con nuestra sangre, quizá sea lo último que hagan en su vida política.

Danilo Santos

dalekos.santos@gmail.com

Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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