Claudia Virginia Samayoa
@tucurclaux
En las noticias del domingo en la noche, la nota destacada fue la asistencia masiva a los centros de vacunación del Parque Central y de otros espacios públicos que abrieron en fin de semana. La mayor parte de personas agradecían poder vacunarse porque entre semana, por su trabajo, no podían asistir. Muchos venían de departamentos vecinos en donde no hay acceso a centros de vacunación de noche o fin de semana. ¿Qué está mal con esta escena?
Mientras el gobierno y el sector económico organizado del país insiste en negar medidas de contención de la pandemia planteando que con la vacunación y las medidas de bioseguridad es suficiente; la verdad es que a las personas que sostienen la economía del país no se las garantizan estas condiciones. ¿Por qué los patronos no autorizan la vacunación en jornada laboral y el consecuente día de descanso ante los efectos secundarios? ¿Por qué el acceso a la vacunación sigue siendo tan selectivo? Y es además centralizado.
La semana pasada señalé que existe en el poder una decisión obscura de utilizar la pandemia como medio de control social a través de consentir la muerte y la desolación entre los más pobres de Guatemala. Permítame, estimada lectora y lector, colocar otro ejemplo, de la política de muerte contra los pobres: el transporte público en tiempo de pandemia. ¿Cómo llegan a sus trabajos las personas con escasos recursos? ¿Acaso se ha resuelto el sobrecosto de la suspensión de los servicios de transporte público? ¿Se aumentaron los salarios para que las trabajadoras pudieran asumir el pago de los ‘taxis’ o servicios privados?
Desde el principio de la pandemia, he escuchado la grave situación de comunidades como las que viven en la Península de Mezquital, una zona populosa, excluida y estigmatizada, que fueron afectadas en su movilidad por decisiones inconsultas de las Municipalidades de Guatemala y Villa Nueva al construir la terminal del CENMA y del Transmetro cancelando el acceso a transporte barato desde las comunidades en la Península y la terminal de buses. La oferta de la comuna fueron los buses alimentadores gratuitos que funcionaron con problemas durante los primeros años y fueran cancelados con las medidas de contención de la pandemia. El resultado es que decenas de miles de personas tienen que caminar en zonas peligrosas hasta y desde sus casas o pagar cuatro quetzales a un servicio privado ligado a la Municipalidad de Villa Nueva y sin las medidas de bioseguridad para finalmente, como hemos visto en medios, aglomerarse en el Transmetro donde las medidas tampoco se cumplen o pagar otro transporte caro.
Las comunidades de la Península de Mezquital se han organizado y pedido por todos los medios posibles que se atienda su situación; sin embargo, todo cae en oídos sordos; así como se desatiende el clamor por las vacunas, la atención médica, las medicinas y un salario digno. No se engañe por los datos macroeconómicos, la realidad cotidiana evidencia que Guatemala es una economía de descarte, ya no solo de explotación, como lo denuncia el Papa Francisco y que la pandemia le vino de anillo al dedo al poder para mantenernos dóciles y agradecidas de las migajas mientras morimos o migramos para seguir engordando sus bolsillos.