Claudia Virginia Samayoa
Hoy inicio un diálogo con ustedes, lectores y lectoras, acercándome una vez a la semana a compartir mi mirada desde la solidaridad y el servicio, desde una vida entregada a la verdad y la justicia, con la humildad de quien entiende que su visión de vida no es la única ni la dominante.
Vastas columnas, twitt y memes se han elaborado para señalar que estamos en un momento coyuntural clave e irrepetible para Guatemala avistamos el resultado de la maduración de un proceso que permitió comprender que nuestro modelo de Estado-Nación no sirve y no representa a quienes nos encontramos bajo su bandera. No es casualidad que las banderas de Guatemala no estén hoy en 2021 como lo hicieron en el 2015.
No obstante que el azul y blanco está ausente en las manifestaciones de repudio a los gobernantes y al sistema; lo que está presente es un fuerte posicionamiento ético ante la debacle que implica la corrupción, la explotación y la impunidad, así como la afirmación de los derechos humanos como base de la construcción del bien común desde la perspectiva del buen vivir.
La discusión hoy se realiza en torno a las consecuencias de muerte y descarte del Sistema, de la forma en que la discriminación, el patriarcado y el racismo impacta en el buen vivir y en como un grupo pequeño desde la élite utilizan el poder para obtener el máximo de ganancia a costa de la dignidad de un pueblo que quiere una Guatemala Distinta.
La pregunta que tenemos ante nosotros es: ¿qué implica empezar un diálogo de refundación del Estado desde una plataforma ética y no politiquera? Contestar esta pregunta es lo que definirá si como sociedad somos capaces de dar ese salto y verdaderamente construir un estado plurinacional o nos quedamos patinando en el fango de muerte de hoy.
Un par de ideas para iniciar esta conversación. 1. Debemos evitar el cortoplacismo y la prisa mestiza de resolver pronto las cosas. El cambio urge, por lo mismo, vayamos despacio. Cualquier ruta hacia delante que llame a construir negociaciones (pseudo-diálogos) para ‘consensar rutas’ en esta coyuntura sería caer en la trampa de propuestas de reforma constitucional, reforma electoral, reforma a la política fiscal y tantas otras oportunidades de cambio desperdiciadas.
2. Escuchemos al otro, a la otra. Eso implica ser receptivo al agravio, a la cólera y rabia del abandono, al dolor de siglos de opresión, al grito de la víctima de genocidio y de crímenes de odio, al reclamo contra el patriarcado y adulto centrismo. Todos nos encontramos en uno u otro lado de la ecuación del poder porque somos una sociedad construida sobre las violencias. Por ende, a todos nos toca saber escuchar el reclamo así como saber darlos. Esa dinámica debería ser la base para construir eso que se llama un Estado Plurinacional.
¿Fácil no? Pues les cuento que no es idealismo puro. ¿Se acuerdan de que les dije que hoy es resultado de un proceso de maduración? Hoy tenemos una confluencia demandando un cambio de sistema que aún está abierto a la construcción porque estamos aprendiendo a escucharnos y gestionar los conflictos que aún permanecen en la base de siglos de desencuentros y agravios. Les invito a que discutamos sobre la coyuntura desde esta óptica. Hasta la próxima semana.