0:00
0:00

Contrariamente a lo que está sucediendo en otras partes del mundo, la derecha mexicana se encuentra ante la cuadratura del círculo en lo que se refiere a buscar cómo socavar la hegemonía actual del progresismo. A lo largo de los últimos siete años la hemos visto enarbolar diversas banderas que pretenden convertirse en el dardo mortal que haga derrumbar a la Cuarta Transformación que se inició con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en 2018. Recordemos algunas de esas banderas: la violencia desbocada que se observa en el país; el manejo inepto y criminal de la pandemia entre 2020 y 2022; la corrupción rampante que invade al Estado; el narcotráfico que ha cooptado al presidente López Obrador y a la candidata Claudia Sheinbaum y a los dos gobiernos 4T (“narcopresidente”, “narcocandidata”, “narcogobierno”); la instauración de un régimen dictatorial en el país a partir de 2018 que por añadidura está vinculado al crimen organizado (“narcodictadura”); el ataque al Instituto Nacional Electoral y al poder judicial (“el INE no se toca”, “la Corte no se toca”). Nada de todo esto les ha funcionado.

Las campañas mediáticas que usan las redes, la radio, la televisión, la prensa escrita son implacables. Pero no han podido resolver el problema de cómo pegarle debajo de la línea de la flotación a la nave de la 4T. Las encuestas de popularidad de la presidenta Sheinbaum reflejan un nivel de aceptación similar o incluso un poco mayor del que solía tener Andrés Manuel (70-80%). Lo que nos indican los analistas es que la oposición en México se encuentra en la lona. La única oportunidad que tiene la derecha a nivel mundial es que la crisis económica acabe con las esperanzas en un gobierno progresista. Esto acontece así porque la derecha no tiene otro proyecto más que más o peor de lo mismo: el neoliberalismo o el neoliberalismo recrudecido. La derecha solamente ha podido prevalecer capitalizando la crisis neoliberal. Es lo que ha sucedido en Estados Unidos y en Europa, es lo que está sucediendo en Argentina y en Bolivia. Es lo que puede suceder en México si la estabilidad económica que ahora existe se viene abajo.

Por todo lo anterior, la marcha que la derecha organizó el 15 de noviembre tuvo que levantar dos banderas coyunturales apostándole a que podrían servir como una gran ola sobre la que se habría de montar: el asesinato del alcalde de Uruapan Carlos Manzo y la falsedad de que era una marcha convocada por la llamada generación Z. Con respecto a la primera bandera, Grecia Quiroz, viuda del alcalde asesinado, ahora alcaldesa de Uruapan se deslindó de la marcha diciendo que no conocía a los organizadores y rechazó que actores externos intentaran colgarse del movimiento fundado por su esposo. Con respecto a la supuesta convocatoria hecha por jóvenes integrantes de la generación Z, el análisis hecho por expertos de las cuentas de redes sociales que convocaron a la asistencia a la marcha revela, que se hicieron desde el exterior (Estados Unidos, España y Colombia), que provenían de sectores de la derecha y que fueron difundidas masivamente a través de bots. Algunos influencers representativos de la generación Z se deslindaron de dicha difusión. La Presidencia de la República denunció en su conferencia de prensa mañanera que se habían invertido aproximadamente 90 millones de pesos (4.9 millones de dólares) en la campaña mediática para convocar a la marcha y difundir propaganda negra sobre el gobierno de Sheinbaum.

Así las cosas, la marcha del 15 de noviembre se realizó sobre todo en la capital de la república mexicana y los miles de asistentes a ella (el gobierno de la Ciudad de México calculó en 17,000 el número de asistentes) no fueron en su mayoría jóvenes nacidos entre 1997 y 2012. Igual sucedió en las pequeñas marchas observadas en las 27 de las 32 entidades en las que se efectuaron marchas similares. Buena parte de los asistentes fueron adultos o más aún, adultos mayores participantes muchos ellos de las llamadas “marchas de la marea rosa” (llamadas así por ser rosa el color emblemático del INE que supuestamente defendían). También se observó en la marcha en la Ciudad de México el apoyo o presencia de dirigentes políticos provenientes del Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del extinto Partido de la Revolución Democrática (PRD). Ricardo Salinas Pliego y TVAzteca y Claudio X. González también. Si estos fueron los componentes principales de la marcha derechista, el componente Z fue absolutamente minoritario.

La razón es muy sencilla y la expresó una encuesta en abril de El Financiero, medio no afecto al gobierno: el 86% de la generación Z aprueba al actual gobierno. Y tres encuestas de Enkoll levantadas en mayo, septiembre y octubre del presente año revelan entre un 71 y 79% de aprobación. Son reveladores estos números si se toma en cuenta que la generación Z son 30.4 millones de jóvenes en México de los cuales 14.5 (47.6%) no tiene empleo. De esos 14.5 63.4% son mujeres. El analista hindú Vijay Prashdad en un artículo (“Siete tesis sobre los levantamientos de la generación Z en el Sur Global”) nos dice que esta situación es compartida en el sur global en donde la generación Z se enfrenta a la explosión demográfica juvenil, el desempleo y dificultades para el acceso a la educación, la migración forzada hacia la ciudad y el norte, el cambio climático, la informalidad.

El oportunismo de la derecha para usar la ola de manifestaciones de la generación Z en países como Nepal, Indonesia o Perú y en otros países para dar la apariencia de que en México se observa un fenómeno similar no es preocupante. Puede resultar hasta hilarante dado los resultados vistos este sábado 15 y las encuestas antes apuntadas. Lo que resulta preocupante es la manipulación reaccionaria de sucesos como los acontecidos en Nepal, donde la generación Z provocó un estallido social que culminó con la caída del gobierno en medio de una violencia inaudita: fueron incendiados el edificio del Parlamento, la sede del Tribunal Supremo, la residencia del primer ministro, el presidente y fueron asesinadas una veintena de personas.

La convocatoria que se hizo para “la marcha Z” se mezcló con un discurso de odio y con la organización de un contingente violento de unas cien personas quienes, armados de esmeriles, ganzúas, palancas, barras de hierro además de cohetones y petardos de humo, violentamente lograron derribar parte de las vallas que protegían al Palacio Nacional y lesionaron a un centenar de policías que protegían el edificio. La marcha fue pacífica, su culminación en el Zócalo fue violenta y la violencia fue vitoreada por parte de los que llegaron a ese lugar. De hecho, al no colocar un templete en el Zócalo, los promotores de la marcha evidenciaron que no era un mitin final lo que perseguían. Los medios reaccionarios magnificaron los hechos (“caos en el zócalo”) y lo presentaron como una violenta represión gubernamental.

Un reportero, Alejandro Meléndez, entrevistado por el conocido periodista Julio Hernández López (Astillero) aseveró que el contingente de violencia organizada no era el Bloque Negro (anarquistas y feministas radicales) sino que se trataba de un grupo de otro carácter (¿neofascista?) y que le hacía recordar las violentas manifestaciones callejeras protagonizadas en Venezuela: las guarimbas. Preocupante es que en su testimonio varios de los integrantes del numeroso grupo de choque amenazaban a los policías en nombre de cárteles del narcotráfico. Ya ha sido anunciada una nueva “marcha Z”. Al parecer, la desesperación reaccionaria por no encontrar la cuadratura del círculo puede derivar en una violencia con intenciones golpistas. De ser así, lo ocurrido el sábado 15 puede ser el preámbulo de algo nuevo. Veremos.

Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

post author
Artículo anteriorCorte Suprema de EE. UU. efectuará revisión de autoridad de gobierno y limitación de asilo en fronteras
Artículo siguienteLa justicia perdida en un laberinto que otros diseñaron