A fines de los años cuarenta del siglo XX, Sam Zemurray el dueño de la United Fruit Company (UFCO) contrató los servicios del prodigioso publicista Edward L. Bearnys (sobrino de Sigmund Freud) para lavar la imagen de la referida compañía bananera y además montar una campaña anticomunista contra la revolución guatemalteca que había triunfado en 1944. Después de un viaje de dos semanas a Guatemala en 1948, Bearnys regresó a Estados Unidos y ante el directorio de la UFCO declaró que estaba convencido de que no había peligro comunista en dicho país. Pero agregó que era muy conveniente sembrar la idea de la amenaza comunista entre los estadounidenses. Así se propagó en toda América y en el mundo entero la idea de que en la pequeña Guatemala había una amenaza real del comunismo. Esa campaña culminó con el derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz en 1954 y el inicio en Guatemala de un sangriento conflicto interno que habría de terminar en 1996 con un saldo de 150,000 ejecuciones extrajudiciales y 45,000 desapariciones forzadas.
En el momento de escribir estas líneas sobre Venezuela se cierne la amenaza de una invasión militar estadounidense a través del despliegue en el sur de El Caribe de una flota naval constituida por ocho embarcaciones. El despliegue de fuerza es mayúsculo. Se trata de tres destructores, tres buques de asalto anfibio, un crucero de misiles guiados y un submarino nuclear dotados de las más sofisticadas armas para llevar a cabo acciones militares terrestres, aéreas, submarinas y antisatelitales. A esto hay que agregar un crucero lanzamisiles que el 29 de agosto cruzó el Canal de Panamá hacia El Caribe para agregarse a la ofensiva de la Casa Blanca contra la Revolución Bolivariana. En total ha dicho Nicolás Maduro, son 1,200 misiles los que apuntan hacia Venezuela.
El 2 de septiembre el propio presidente Trump informó que la flota naval había bombardeado a una pequeña lancha en la que supuestamente iban once integrantes del cartel “Tren de Aragua” con un cargamento de cocaína que se dirigía a Estados Unidos. ¿Cómo podría una pequeña lancha llegar a Estados Unidos si la distancia más corta entre Venezuela y Estados Unidos es de 1,800 kilómetros?
Las razones que da Washington para lanzar este despliegue naval que hace pensar en una invasión militar, es que en Venezuela existe un narcoestado cooptado por el Cartel de los Soles y el denominado Tren de Aragua. Nicolás Maduro sería el supuesto jefe del Cártel de los Soles cuya cabeza también estaría integrada por altos mandos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). He aquí el motivo por el cual el gobierno estadounidense ha puesto una recompensa de 50 millones de dólares a quien entregue a la justicia estadounidense al presidente Maduro. Estamos ante un imperialismo desbocado que se vuelve más agresivo porque está en decadencia. Estamos también ante una patraña más de los Estados Unidos similar a la que provocó la intervención estadounidense en la Guatemala de 1954.
El consenso entre analistas, periodistas y organismos internacionales es claro: no existen pruebas concluyentes que demuestren la existencia de una organización criminal estructurada y jerárquica llamada Cártel de los Soles ni tampoco existe una evidencia concluyente de que el Tren de Aragua esté vinculado al gobierno de Venezuela. En todo caso, el papel de estos supuestos cárteles en el tráfico de droga hacia Estados Unidos es bastante menor: el Reporte Mundial sobre Drogas 2025 de la ONU también analiza estas rutas y señala que aproximadamente el 87% de la cocaína colombiana sale por el Pacífico (Colombia, Ecuador y Perú principalmente), 8% por el Caribe/Guajira y apenas 5% intenta pasar por Venezuela. Y Nicolás Maduro ha señalado que el 60% de la cocaína colombiana que va para Estados Unidos sale de Ecuador y hay que recordar que hay informes independientes que vinculan a la empresa de la familia del presidente ecuatoriano Daniel Noboa (la Noboa Trading) en trasiego de cocaína oculta en cargamentos de plátano.
Más aun, según la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC) y el Informe Mundial sobre Drogas, la mayor parte de los cultivos de coca se concentran en Colombia, Perú y Bolivia. En Venezuela no hay evidencia de cultivos extensivos de coca comparables a esos países. Lo que se ha detectado son pequeños sembradíos irregulares en zonas fronterizas con Colombia, sobre todo en el estado de Zulia y el estado de Amazonas, pero no representan un nivel industrial. Ni como zona de trasiego, ni como zona de producción, Venezuela es relevante en materia de narcotráfico. Si fuera cierto que el gran despliegue naval estadounidense es parte de su guerra contra las drogas, ese despliegue debería haberse hecho por el Océano Pacífico y debería haberse dirigido hacia los linderos de los mares de Colombia, Ecuador y Perú. Además, resulta absurdo hacer un despliegue militar de tal envergadura para contener a los narcotraficantes: buques de guerra con misiles contra lanchas.
No es la cocaína o el fentanilo. Es el petróleo, el oro, el gas, el coltán y las tierras raras además del agua que posee Venezuela. Es el hecho de que las primeras reservas de petróleo y oro, la tercera de gas en el mundo y la cuarta de agua, estén en un territorio sobre el que ahora tiene soberanía un gobierno antiimperialista. En un evento del Atlantic Council (un think tank de la OTAN), realizado en enero del 2023, la general Laura Richardson jefa del Comando Sur de Estados Unidos se preguntó ¿“Por qué es importante América Latina?”.
La respuesta que ella misma se dio es contundente y reveladora: en primer lugar, el “triángulo del litio” una zona estratégica entre Argentina, Bolivia y Chile porque allí se encuentra el 60% del litio del mundo. Pero Richardson no terminó allí su respuesta. Agregó las reservas de petróleo más grandes del mundo (Venezuela) incluida la de crudo ligero y dulce descubierto frente a Guyana además del oro, cobre, el 31% del agua del mundo y el Amazonas que “son los pulmones del mundo” finalizando con las tierras raras.
El pretexto inventado contra Guatemala ahora lo vemos repetirse contra Venezuela. En Guatemala fue el comunismo, en Venezuela es el narcotráfico. En ambos casos también la defensa de la democracia contra el totalitarismo comunista. Como lo fue en Corea y en Vietnam. Hay otros antecedentes. El incendio y hundimiento del acorazado Maine en 1898 le sirvió a Estados Unidos para declararle la guerra a España y convertir a Cuba en una semicolonia. Los inventados ataques norvietnamitas a los destructores Maddox y Turner Joy en el golfo de Tonkín en 1964, fueron usados por la administración Johnson para escalar la guerra de Vietnam. La alegada existencia en Irak de armas de destrucción masiva (químicas, biológicas y nucleares) fue la patraña usada para invadir Irak en 2003.
En su conferencia de prensa del 1 de septiembre de 2025, el presidente Nicolás Maduro hizo un llamado a Trump de no mancharse las manos de sangre haciéndole caso a su secretario de Estado Marco Rubio. Sinceramente no creo que haya mayor diferencia entre los dos. Pero lo que si es cierto es que las intervenciones imperialistas ocasionaron mayúsculos derramamientos de sangre. En la guerra de Corea murieron casi 37,000 soldados estadounidenses y 2.1 millones de coreanos además de entre 200 y 400,000 chinos. En Vietnam cayeron casi 60,000 soldados estadounidenses entre muertos y desaparecidos y murieron 3 millones de vietnamitas. En Irak murieron más de 8,000 estadounidenses entre soldados y contratistas mientras que las cifras iraquíes oscilan entre 150 y 600,000 la mayor parte de ellos civiles.
Una invasión estadounidense en Venezuela provocaría también un considerable derramamiento de sangre. No sería una invasión rápida como la de Panamá en 1989, ni una guerra convencional corta como la de Irak. En Venezuela la hipótesis de guerra antiimperialista es similar a la vietnamita y a la cubana (“la guerra de todo el pueblo”), por lo que podría observarse algo parecido a una guerra popular prolongada (Mao Zedong) o guerra revolucionaria del pueblo (Vo Nguyen Giap). Sin ser un especialista militar, imagino a Estados Unidos desplegando un bombardeo previo a la ocupación para eliminar bastiones militares y descabezar a la cúspide política y militar con la consiguiente mortandad civil. La invasión enfrentaría a los 150,000 efectivos de la FANB, a casi 110,000 efectivos policiales y a lo que cifras oficiales indican ya como 8 millones de milicianos organizados en la Milicia Bolivariana en sus ramas Territorial, Comunal, Obrera, Campesina, Estudiantil y de Trabajadores Públicos. Cálculos conservadores hablan de unas 10,000 bajas estadounidenses y entre 100 y 500,000 venezolanos muertos, cifras que podrían ascender según la duración de los enfrentamientos armados.
La gran pregunta es si los Estados Unidos están dispuestos a enfrentar el gran costo político externo e interno de semejante escenario. Se agrega también la conjetura acerca de si toda esta operación naval más la recompensa millonaria, busca crear condiciones para una traición militar al gobierno de Maduro. Si no se trata de una operación de guerra psicológica para desgastar al pueblo venezolano. Pero allí está el decreto de Trump cambiando el nombre del Departamento de Defensa al de Departamento de Guerra. Nada puede descartarse. Al tiempo.