Desde hace varios meses cualquier analista de la realidad boliviana medianamente avezado podía predecir que en las elecciones del pasado domingo 17 de agosto, el Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) sufriría una derrota contundente y que las derechas serían las que pasarían a la segunda vuelta. Pero la gran sorpresa fue que no fueron Samuel Doria Medina y Jorge Tuto Quiroga (en ese orden) quienes avanzaron hacia esa segunda vuelta sino hubo un inesperado ganador Rodrigo Paz Pereira, quien quedó en un primer lugar con 32% dejando en un segundo lugar a Quiroga con 27% y un tercer lugar a Samuel Doria Medina con 20%.
Tema para un análisis más detenido será la causa del ascenso electoral de Paz Pereira, pero las primeras impresiones lo adjudican a un cansancio electoral con respecto a figuras reiteradas (Medina y Doria). Además, el imán que significó el compañero de fórmula de Paz, el excapitán de policía Edman Lara, quien ganó prestigio por sus denuncias sobre la corrupción policiaca y también hizo una eficiente campaña a través de la red Tiktok.
Previsible es que Doria Medina quede descartado para siempre en sus sueños presidenciales pues ya fue derrotado en 2005, 2009 y 2014. Hoy se ha sumado a Paz Pereira para la segunda vuelta. Es muy probable que el candidato impulsado por la Democracia Cristiana sea el próximo presidente de Bolivia al triunfar en la segunda vuelta programada para el 19 de octubre. El candidato proveniente del MAS-IPSP, Andrónico Rodríguez, antiguo compañero de Evo Morales e impulsado por Álvaro García Linera quedó en un lejano cuarto lugar con 8% de los votos. El candidato Eduardo del Castillo del MAS-IPSP, al momento de escribir estas líneas, rondaba por el 3% de los votos lo que colocaba a su partido al borde de la desaparición como partido legalmente inscrito.
¿Quién ganó y quién perdió en estas elecciones en Bolivia? A mí me queda claro que quienes ganaron fueron las derechas neoliberal y neofascista, las cuales se han puesto de acuerdo ya en un programa común en medio de sus diferencias. En un intercambio de opiniones organizado por la Cámara Agropecuaria de Oriente (CAO), Doria, Quiroga y Manfred Reyes (no participó el ahora ganador Paz Pereira) expresaron el consenso neoliberal que regirá al próximo gobierno: eliminación de la república plurinacional, la agroindustria como el corazón de la economía boliviana, transgénicos, represión de la protesta social, privatización de las empresas estatales, apertura al capital transnacional, eliminación de subsidios a los combustibles, eliminación de la propiedad comunitaria de la tierra. En el marco de ese consenso neoliberal, no es descartable que Quiroga retire su candidatura y se abra paso un gobierno de coalición reaccionaria encabezado por la unidad de las tres principales fuerzas de derecha.
Lo que veremos en los próximos años será una tragedia, será la pérdida de todos los esfuerzos transformadores iniciados en 2006 y que tras una interrupción de un año por el golpe de Estado de 2019 fueron retomados de manera trastabillante por el gobierno de Luis Arce. Cierto es que los cinco años de Arce forman parte de las causas de la derrota de la izquierda del progresismo posneoliberal. García Linera en un reciente artículo (“¿Por qué la izquierda y el progresismo pierden elecciones?” (La Jornada, 16/8/25) ha calificado la gestión económica de Arce de “desastrosa”. Aunque cierto es que a Arce le tocó enfrentar una crisis derivada de la disminución de exportaciones de gas en un 60% y a una disminución de su precio de 100 a 50 dólares. Explican lo anterior un agotamiento de los yacimientos, una deficiente política de exploración de nuevos yacimientos y un decrecimiento de las compras por parte de Brasil y Argentina.
Pero esto es solamente una parte de la explicación de la derrota. La otra parte es la irreparable división en el MAS-IPSP que hizo que el proceso electoral boliviano fuera como una tragedia griega en la que todo el mundo sabe lo que va a suceder y nadie lo puede evitar. Luis Arce actuó como un implacable enemigo contra Evo Morales y lo atacó mediante el Lawfare y la aniquilación de los partidos políticos mediante los cuales quiso participar una vez que fue defenestrado del partido oficial. Evo Morales persistió de manera enconada en su voluntad de ser candidato presidencial nuevamente, cuando legalmente estaba impedido de hacerlo.
Es muy significativo que el compañero de lucha de Evo durante muchos años, su vicepresidente y asesor político dilecto resuma esta situación de manera tajante: “Por un lado, un mediocre economista que está por casualidad como presidente y que creyó que podía desplazar al líder carismático indígena (Evo) proscribiéndolo electoralmente. Por otro, el líder que, en su ocaso, ya no puede ganar elecciones, pero sin cuyo apoyo tampoco se gana, y que se venga ayudando a destruir la economía sin comprender que en esta hecatombe también se está demoliendo su propia obra. El resultado final de este miserable fratricidio es la derrota temporal de un proyecto histórico y, como siempre, el sufrimiento de los humildes, que nunca fueron tomados en cuenta por los dos hermanos embriagados de estrategias personales”.
¿Quién ganó y quién perdió en estas elecciones en Bolivia? Evo Morales al conocer los resultados se declaró ganador en tanto que el voto nulo alcanzó el 19%. “El voto nulo ganó en toda Bolivia, compañeras, compañeros. Este voto nulo es un voto castigo a la derecha vieja y a la nueva derecha. Felicidades, compañeras, compañeros, a ustedes y a toda Bolivia por ese gran esfuerzo… Nuestra protesta se hizo sentir, votamos, pero no elegimos, y el pueblo dejó claro que la democracia no puede ser reducida a un simple trámite administrativo”. Triunfalismo que acaso se vea acrecentado porque quienes son considerados por Evo como “la nueva derecha” obtuvieron un porcentaje de votos mucho menor que el que obtuvo el voto nulo. Andrónico Rodríguez con amargura responsabilizó a Evo por sus pobres resultados. “Lamentablemente, para algunos dirigentes, y líderes del movimiento popular fueron prioritarios sus propios caprichos, orgullos y falsas acusaciones. Enceguecidos por el poder, emprendieron una batalla incesante en nuestra contra, como si fuésemos enemigos mortales, olvidándose de los verdaderos adversarios políticos, o más bien, abriendo camino para ellos”.
Con optimismo, García Linera califica de temporal la derrota innegable del progresismo posneoliberal en Bolivia. Más bien, todo apunta a que esta derrota llevará a este último a un reflujo de muchos años. Me parece incomprensible la euforia de Evo con ese 19% del voto nulo aun cuando la totalidad de ese porcentaje fuera debido a una acción electoral de sus simpatizantes, lo cual no necesariamente es cierto. Ese voto nulo contribuirá en los próximos años a un feroz castigo neoliberal hacia los más desvalidos. No hay nada que celebrar.
La izquierda posneoliberal no solamente fue derrotada, sino sale de todo este proceso profundamente dividida y habiendo perdido el instrumento político que fue exitoso durante las últimas dos décadas. Mientras tanto, cuando era un irrelevante candidato (apenas en la última semana de junio) en una entrevista televisiva Rodrigo Paz Pereira expresó el complemento político del consenso neoliberal hoy triunfante: liberación de Jeanine Añez y Luis Fernando Camacho y persecución de Evo Morales y Álvaro García Linera. No solamente serán ellos los perseguidos. En los próximos tiempos veremos en Bolivia lo que ya se ha visto en Ecuador: neoliberalismo a ultranza e implacable persecución política.