Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

Después de varios días de incertidumbre, que comenzaron cuando se dio a conocer que Mario Roberto Morales había contraído el Covid 19, sus amigos y conocidos supimos la triste noticia de que había fallecido. Sucedió en Guatemala alrededor de las 10 de la mañana del 16 de septiembre. Desaparece físicamente, uno de los literatos guatemaltecos más prolíficos y controversiales que ha dado Guatemala. Conservando un rostro juvenil y ovalado, alguna vez leí un escrito de Marco Antonio El bolo Flores en el cual lo llamaba “el Nenón” Morales. Ignoro si ese fue su apodo, más aún ignoro si Mario Roberto tuvo alguna vez un sobrenombre. Lo que sí sé es que el mote de “Nenón” me pareció adecuado e hilarante porque correspondía a la expresión de su rostro. Y también porque desde que comenzó su carrera literaria, Mario Roberto empezó a perfilarse como una suerte de Enfant Terrible en el mundo de la política y la literatura guatemaltecas.

Militante revolucionario desde fines de los años sesenta, en realidad su participación insurgente más conocida fue en la organización de efímera duración Movimiento Revolucionario del Pueblo Ixim (MRP-Ixim). La misma había surgido de una escisión de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA) conocida como Nuestro Movimiento y que fuera encabezada por Edgar Palma Lau. Esta experiencia que le valió a Mario Roberto el exilio y la deportación de México a Nicaragua, también lo inspiró para escribir una novela, El esplendor de la pirámide (1986) y un trabajo académico que tituló La Ideología y Lirica de la Lucha Armada (1994). El tema de la insurgencia también lo inspiró para escribir Señores bajo los árboles (1994).

En estas obras ya Mario Roberto evidenciaba su carácter de disidente con respecto a la izquierda revolucionaria, particularmente con respecto a la Unidad Nacional Revolucionaria de Guatemala (URNG). Como alguna vez nos expresó jocosamente, medio en serio medio en broma, en la casa de Arturo Arias, en el San Francisco California de 1993: “Mis diferencias con la URNG son políticas, ideológicas y personales”. Esto lo plasmaría en Los que se fueron por la libre (1998) y en una buena cantidad de artículos periodísticos. La obra de Mario Roberto es extensa y brillante.

Sus controversiales opiniones le granjearon una buena cantidad de adeptos pero también una similar cantidad de detractores. No parecían afectarle a Mario Roberto los ataques que recibía de parte de aquellos/as que se sentían insultados por sus opiniones. Más bien parecía disfrutarlos. Finalmente era discípulo de El bolo Flores otra figura iconoclasta en Guatemala. Me deleitó todo lo que de él leí. Y tuve no pocas divergencias con lo que expresó: su concierto con los detractores de Rigoberta Menchú; sus opiniones sobre la identidad mestiza cultural de Guatemala; sus dardos contra lo que él llamaba la “izquierda rosa”; su deslinde de las luchas sociales contra la corrupción en Guatemala en 2015 asociándolas con “las revoluciones de colores”.

Fue Mario Roberto Morales un enfant terrible en el pleno sentido de la palabra: precoz, iconoclasta, rebelde, irreverente, disidente, hereje y al final de cuentas brillante y congruente consigo mismo. Te extrañaré querido amigo.

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