He escuchado algunas críticas respecto a la denuncia presentada por el Presidente en contra del juez Orellana. El argumento es que esta acción es funcional a la narrativa que se ha construido para hacer creer que el conflicto es entre personas, particularmente entre el Presidente y la Fiscal General y sus adláteres, uno de ellos el Juez referido.
A mi juicio es atinada la decisión presidencial de demandar al juez. Ya es hora de que él aparezca, de cara a su pueblo, como el líder de la lucha contra la cooptación de la institucionalidad estatal que han llegado a tener las redes político criminales.
Dichas redes son como la Medusa, el monstruo femenino de la mitología griega, aquella que convertía en piedra a todos los que la miraban. La similitud es pertinente porque dichas redes tienen diversas caras (masculinas, femeninas, homosexuales, bisexuales, …), pero todas son parte de un mismo cuerpo criminal y tienen la capacidad de convertir en piedras de la corrupción a todos los que se les acerquen. Pero para hacer más tangibles a las redes político criminales hay que cortar las cabezas que se muestran, aunque haya muchas más y sean solo la expresión de dicho cuerpo criminal.
Y alguien tiene que liderar ese combate, papel que le corresponde al Presidente y que ahora está asumiendo. Que se muestre ante su pueblo como un luchador, espada en mano, no simplemente como un diplomático exitoso y un demócrata empedernido.
La población medianamente informada desprecia a Consuelo Porras y sus secuaces. Pero no necesariamente se identifica con el Presidente. Lo han visto como un personaje honesto, ilustrado, bien intencionado, pero muy lejos de la imagen de gladiador que esta guerra requiere.
Le falta replantear su alianza con las autoridades ancestrales para profundizarla. Debe fortalecer su relación con los campesinos ante quienes se comprometió en un Acuerdo Agrario insuficientemente cumplido hasta ahora, ya que algunos de sus funcionarios de primer nivel no han estado a la altura de la voluntad presidencial de cumplirlos. Las posiciones pusilánimes deben superarse.
Lo anterior no significa que el Presidente deje de ser la expresión de la unidad nacional, pero tal representación debe ejercerla a partir de reconocer la inmensa desigualdad y exclusión predominante en Guatemala. La unidad nacional solo puede darse a partir de reconocer tal condición y gobernar en correspondencia.
La prioridad de los pobres y excluidos no significa, de manera alguna, dejar de atender adecuadamente a otros actores sociales, políticos y económicos. Las cooperativas, las organizaciones no gubernamentales territoriales de la sociedad civil y otros actores más también deben ser aliados importantes. Los empresarios que no son expresión del lavado de dinero obtenido mediante la corrupción o producto del narcotráfico y cuyas mentes hayan evolucionado superando el esquematismo ideológico que los ha caracterizado también pueden ser convergentes con esta visión incluyente de la unidad nacional.
En fin, el Presidente debe enfrentar abiertamente a los golpistas y eso pasa por cortar las cabezas de la Medusa, las cuales se asoman para morder y destruir la democracia. Obviamente el uso del verbo cortar es metafórico.
Ojalá los diversos actores sociales, económicos y políticos respondan a esa convocatoria que hizo el Presidente cuando reaccionó a la patraña golpista, el pasado 26 de octubre.
La demanda presentada contra el Juez Orellana por presuntos delitos cometidos, particularmente el prevaricato, podría ser el inicio de una lucha, plural, liderada por el Presidente, para cortar cabezas y avanzar en la destrucción del cuerpo criminal del cual son sus partes visibles.







