Semilla ha terminado.
Consummātum est, fueron las últimas palabras de Jesucristo expresando que había consumado su misión en la Tierra. Q.E.P.D son las letras que se refieren al deseo que la muerte haga descansar en paz a quien termina su vida. En este caso no importa de qué murió (neumonía, diarrea, un balazo, etc.), ni por qué vivió. Esta diferencia la establezco con un propósito, reflexionar si Semilla se murió porque consumó su misión o simplemente porque el MP la asesinó y un grupo de la militancia decide formar otro partido, al cual denominarán Raíces.
Lo primero que quiero expresar es mi reconocimiento a quienes formaron Semilla, especialmente a las juventudes, básicamente urbanas y clase medieras, que se organizaron porque tomaron conciencia de las injusticias prevalecientes en el Estado guatemalteco y que luchar en contra de eso, en una democracia liberal como la que pretendemos tener, requiere de la participación política.
Pero dicho lo anterior, hay que decir que el triunfo electoral de Bernardo Arévalo no se debió a un voto popular de identificación ideológica y política con Semilla. Fue el hartazgo de la población con la corrupción y la impunidad, fue la exclusión de otros candidatos de la contienda electoral y fue la contrincante que Arévalo enfrentó en la segunda vuelta, Sandra Torres, cuyo antivoto capitalizó.
La derrota del intento golpista que pretendía evitar que Bernardo Arévalo tomara posesión tampoco fue triunfo de Semilla. Este partido no fue, para nada, un actor protagónico en esta lucha. Fueron los pueblos indígenas, liderados por sus autoridades ancestrales, quienes llevaron a Bernardo Arévalo a la silla presidencial. Tampoco fue el partido que suministrara al gobierno los cuadros capaces para impulsar un programa de gobierno que se ganara la simpatía popular.
Por todo lo anterior afirmo, de manera un poco simplista, que Semilla no puede decir, ya crucificado y moribundo, Consummātum est. Hay que decirle Q.E.P.D., aunque parece que, aún muerto el partido, sus afiliados no descansan en paz, sino que libran la guerra, no contra el sistema, sino que entre ellos mismos.
Sin embargo, creo que hay que ver esta lamentable crisis como una oportunidad política para dos cosas. Primero para que el Presidente constituya un gabinete homogéneo, alineado con una agenda programática concreta, dirigida no solo a continuar recuperando la institucionalidad estatal que sigue en gran medida cooptada por las redes político criminales, sino que también, y de manera relevante, impulsando las políticas públicas y los programas correspondientes que respondan a las necesidades concretas de los pobres y excluidos y a sentar las bases para impulsar transformaciones estructurales. Es el momento para que el Presidente comprenda que sus aliados estratégicos son los pueblos indígenas. Es el momento de mantener sus relaciones con las élites empresariales, pero no con el miedo de contradecirlas. Es también el momento de actuar con pragmatismo frente al poder hegemónico, los Estados Unidos, porque hay contemporáneamente coincidencias políticas importantes, pero sin aplicar la diplomacia preventiva (entregarse antes que te lo pidan…).
Y a nivel estratégico, el progresismo guatemalteco tiene un reto histórico. La izquierda, como lo he dicho reiteradamente, no es una sola. Hay izquierdas y para luchar por el poder político del Estado, inmersos en esta democracia liberal, debe construirse un instrumento, es decir, un partido que contenga esa diversidad. Y eso solo será posible si este instrumento es capaz de reconocer, orgánicamente, la existencia de tendencias en su interior, siempre que las mismas no sean expresión de intereses personales o grupales, sino que de las diferencias ideológicas que existen entre las izquierdas.
Winaq y URNG son las fichas que sobreviven en el ámbito de las izquierdas partidarias, gracias a que Sonia Gutiérrez logró ganar una curul. Raíces es un sueño de quienes quisieron adelantarse al entierro de Semilla, pero cuya inscripción es incierta. Optaron por asumir que “a quien madruga, Dios lo ayuda”, pero tal vez lo que les puede pasar es que “por más que se madrugue, no amanece más temprano”.
En síntesis, se imponen dos cosas. Que el gobierno de Bernardo Arévalo deje un legado y que las izquierdas se unifiquen para, a partir de allí, impulsar una amplia política de alianzas. Sin ese legado de Bernardo Arévalo y si las izquierdas continúan dispersas y enfrentadas entre sí, se terminarán peleando por un muerto en las próximas elecciones y sin un horizonte que no sea el electorero.