El Cardenal Robert Prevost fue elegido Papa el pasado 8 de mayo. Decidió llamarse León XIV. Una semana después, el 15 de mayo, se cumplieron 134 años (1891/2025) desde que León XIII emitió la Encíclica RERUM NOVARUM, Sobre el capital y el trabajo, cuando la revolución industrial ya estaba en pleno desarrollo. Ella confronta a la ideología capitalista, considerándola responsable de graves injusticias sociales y si bien reconoce la importancia del mercado y la libertad económica, los subordina al bien común, la dignidad de la persona y la justicia social, “inició la defensa de los pobres y el rechazo al capitalismo salvaje”, dijo Ascanio Cavallo (Mayo 10, 2025).
En esta encíclica, León XIII planteó “el cambio en las relaciones entre patrones y obreros; las enormes fortunas de unos pocos individuos y la pobreza extrema de las masas…”. Advirtió que “… poco a poco, los trabajadores se han visto rendidos, aislados e indefensos, a la crueldad de los empleadores y a la avaricia de una competencia desenfrenada”. Agregó que “… un pequeño número de hombres muy ricos han podido imponer a las enormes masas de trabajadores pobres un yugo poco mejor que el de la esclavitud misma”.
También abordó el tema de la tierra. Dijo que cuando el hombre dedica la actividad de su mente y la fuerza de su cuerpo a la obtención de los frutos de la naturaleza, “… con tal acto se apropia de la porción del campo natural que cultiva, la porción en la que deja, por así decirlo, la huella de su personalidad; y es innegable que posee esa porción como suya, y tiene derecho a poseerla sin que nadie esté justificado en violar ese derecho”. Señaló que: “El hecho de que Dios haya dado la tierra para el uso y disfrute de toda la raza humana no puede en modo alguno ser un obstáculo para la propiedad privada. Pues Dios ha concedido la tierra a la humanidad en general, no en el sentido de que todos, sin distinción, puedan disponer de ella a su antojo, sino más bien de que ninguna parte de ella ha sido asignada a nadie en particular, y de que los límites de la posesión privada han sido fijados por la propia laboriosidad del hombre y por las leyes de cada raza. Además, la tierra, aunque repartida entre propietarios privados, no por ello deja de atender las necesidades de todos, puesto que no hay nadie que no se sustente con lo que ella produce”.
Pero, al enfrentar las dramáticas condiciones sociales que produjo la revolución industrial, la Encíclica también criticó al socialismo que entonces inspiraba las luchas de los obreros en esos países. Afirmó que: “Para remediar estos males, los socialistas, explotando la envidia del pobre hacia el rico, se esfuerzan por eliminar la propiedad privada y sostienen que las posesiones individuales deberían convertirse en propiedad común, administrada por el Estado o por los municipios. Sostienen que, al transferir la propiedad de los particulares a la comunidad, se solucionará la actual situación desfavorable, ya que cada ciudadano recibirá su parte justa de lo que pueda disfrutar. Pero sus argumentos son tan claramente ineficaces para resolver la controversia que, de llevarse a la práctica, el propio trabajador sería uno de los primeros en sufrir las consecuencias. Son, además, rotundamente injustos, pues despojarían al legítimo poseedor, distorsionarían las funciones del Estado y crearían una profunda confusión en la comunidad”.
Como se ve en los párrafos citados, la Rerum Novarum fue la respuesta de la iglesia católica a la revolución industrial, reconociendo las consecuencias de ese capitalismo despiadado que allí comenzó, al mismo tiempo que se opone a la visión de lucha de clases que esgrimía el socialismo.
Desde entonces para acá, ha pasado mucha agua bajo el puente. La Rerum Novarum fue un cimiento para la progresiva construcción de la doctrina social de la iglesia, que implica el carácter social de la propiedad privada y que llegó hasta el punto de que surgiera la teología de la liberación, que enarboló la opción preferencial por los pobres.
Pero ahora, 134 años después, León XIV al asumir el nombre de León XIII y heredar el legado del Papa Francisco, asume también el reto de enfrentar una realidad social y económica mundial donde los niveles de concentración de la riqueza han crecido grotescamente y la desigualdad y exclusión social y económica se han profundizado. El mundo sufre el flagelo de las guerras y de la destrucción del planeta explotado con insaciable ambición por el modo de producción hegemónico. A su vez, los movimientos migratorios pasan a constituir uno de los problemas sociales más relevantes del Siglo XXI.
Así como León XIII intentó darle una respuesta desde la iglesia a la revolución industrial, ahora León XIV tiene el reto de responder a una nueva revolución, la tecnológica, incluyendo la Inteligencia Artificial, así como su compromiso por un mundo que supere la desigualdad, la pobreza y la exclusión y donde el drama que viven los migrantes se transforme en nuevas oportunidades que se les debe ofrecer en las sociedades que los reciben.