Recién se hizo pública una noticia donde se dice que una fracción de Semilla, liderada por Samuel Pérez, crearía un nuevo partido, quien en entrevista dada al diario La Hora, negó tales intenciones, afirmando que el “Plan A” es luchar por ganar la batalla legal que permita revertir la cancelación del partido. A la insistencia del periodista entrevistador sobre las posibilidades de que Semilla no logre tal propósito, Pérez dijo que entonces evaluarían escenarios y verían qué alternativas tendrían.  Pero fue muy insistente en decir que su lucha es por rescatar Semilla.

Las supuestas intenciones de Pérez fueron referidas por el diario mencionado teniendo como fuentes a dos personas del mismo partido, “ambas con cargos de elección popular”, según afirma la nota periodística.

El sustento fáctico de dicha posibilidad lo da la situación legal en que se encuentra Semilla. Sus capacidades legislativas se ven sustancialmente limitadas por las resoluciones judiciales que responden a los intereses de quienes quieren la cancelación del partido, propósito en el cual hasta ahora han sido exitosos y que es muy probable que así se mantenga. La situación jurídica de Semilla establece sustanciales limitaciones para el desempeño político de los diputados electos por dicho partido. Pero también sería un valladar para su participación en las próximas elecciones generales en el 2027.

Ambas cosas, referidas en el párrafo anterior, son ciertas. En todo caso, el tema está en la bandeja y vale la pena reflexionar al respecto.

Lo primero a considerar, sin ninguna confusión, es que son las redes político criminales las principales interesadas en que Semilla sea cancelado.  También hay cúpulas empresariales con tal interés.

Sin embargo, considero que el “progresismo” guatemalteco, debería analizar la situación prevaleciente, más allá de un enfoque e interés coyuntural.

El progresismo, a mi juicio, es la expresión de la diversidad ideológica que caracteriza a la izquierda. No hay una sola, hay izquierdas. El punto central es definir tentativamente cuáles son los límites del intervalo que permita considerarlas dentro de esa pluralidad.  Esto requeriría mucha reflexión y espacio. Sin embargo, me atrevo a afirmar que los aspectos esenciales comunes entre las izquierdas ahora son, entre otros, los siguientes: la intransigencia ante la lucha por la igualdad y contra la exclusión (de todo tipo), como raíces estructurales de la pobreza, así como la lucha contra la corrupción e impunidad. Pero también la defensa del planeta ante la debacle ambiental que vivimos. Y, en términos contemporáneos, el papel central del Estado en la lucha por el desarrollo, sin anular el mercado, entendiendo sus virtudes, pero también sus perversidades si no hay Estado que lo regule en abierta orientación hacia la lucha por lo anteriormente mencionado.

Por eso, la posible angustia que tienen los semilleros (calificación que hago sin ninguna desvalorización de su meritoria lucha), debería dar lugar a una angustia menos coyuntural. Me refiero al futuro del “progresismo”, entendido en los términos ya mencionados. Los semilleros deben entender que el imprevisto y afortunado triunfo de Semilla no fue, en lo sustancial, mérito de ese partido.

Si el gobierno de Bernardo Arévalo no es exitoso ante los ojos del pueblo, aunque se derrote a los golpistas, ello conducirá a una reacción popular de radicalización hacia la derecha.

Por eso, lo fundamental no es “rescatar a Semilla”, por importante que coyunturalmente pueda ser. Lo esencial es rescatar al progresismo. Y eso pasa, en lo inmediato, por cerrar filas con el liderazgo del Presidente y que se logren construir las alianzas populares y las relaciones internacionales que lo sostengan en su intención de avanzar de manera gradual y ponderada hacia la transformación estructural del país. Y eso va más allá de sobrevivir como gobierno y/o mantener el logo partidario.

Pero también pasa por construir el instrumento político, es decir un partido, que sepa contener a la diversidad de las izquierdas. Un partido orgánicamente aliado de los movimientos sociales, especialmente con los pueblos indígenas. Y eso nunca ha sido Semilla. De lo contrario, las izquierdas terminarán peleándose entre sí por definir quién perderá en las próximas elecciones, tal como lo han hecho en el pasado reciente, ya que el impredecible triunfo electoral de Bernardo Arévalo tiene una explicación que, en lo fundamental, no se debe a los méritos que, sin duda, tiene Semilla.

Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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