Empiezo por aclarar el entrecomillado que hago de la palabra América con la cual titulo esta columna. La visión imperialista de los Estados Unidos ha hecho que este país monopolice su uso, anulando el carácter continental que ella expresa. Y, a nivel mundial, tal falsedad ha prevalecido. Pero están equivocados, ¡América es un continente, no un país específico!

Por eso, la propuesta política de Trump (Make America Great Again, MAGA), es una manipulación ideológica, con la cual pretende crear el imaginario que sustente su pretensión de revertir la obvia decadencia del imperio gringo.  

Pero más allá de las ideologías que sustentemos, me parece que el planteamiento trascendental de Trump tiene sustento, pero con una estrategia equivocada. Y esta es la idea central que motiva el presente artículo.

La propuesta de Trump se basa en la evidencia. Alguien dijo, a finales del 2021, “… estoy a favor de la integración económica, con dimensión soberana, con Estados Unidos y Canadá, a fin de recuperar lo perdido en relación con la producción y el comercio con China, y lo considero preferible a seguirnos debilitando como región y tener como vecina a una potencia bélica, para decirlo en otras palabras, nos conviene que Estados Unidos sea fuerte en lo económico y no solo en lo militar. Lograr este equilibrio y no la hegemonía de ningún país es lo más responsable y lo más conveniente para mantener la paz en bien de las generaciones futuras y de la humanidad”. 

Y luego, el personaje que cito hace la pregunta correspondiente; “¿Y cómo fortalecemos económica y comercialmente no sólo al norte, sino a todo el continente americano?”, dando como respuesta, basada, según dice, en ser realista y aceptar, según las tendencias actuales, que para el 2051, “China tendría el dominio del 64.8%  del mercado mundial y Estados Unidos solo entre el 4% y el 10%, lo cual, insisto, además de una desproporción inaceptable en el terreno económico, mantendría viva la tentación de apostar a resolver esta disparidad con el uso de la fuerza, lo que sería un peligro para todo el mundo”. Ante esa nueva pregunta, su respuesta fue “… pienso que lo mejor sería fortalecernos económica y comercialmente en América del Norte y en todo el continente, con respeto al derecho ajeno y a la independencia de cada país, por supuesto. Además, no veo otra salida”. 

Todas las citas que he hecho son del libro “A la mitad del camino”, escrito por el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

Ahora bien, en esta columna también afirmo que la estrategia que se aprecia en el planteamiento de Trump es equivocada, porque enfrentar a China como continente debería ser producto de la construcción de una convergencia, ojalá de una alianza, entre Estados Unidos y el resto de los países de América.  Es decir, de considerar la necesidad de ser socios en el logro de esta visión que pretende construir un mundo multipolar. Sólo así tendría razón de ser plantearnos la competencia económica entre América, como continente, y China. Pero esta vía requiere del impulso de la unidad de América Latina, la cual obviamente es inexistente. Un ejemplo de ello es el cínico y oportunista planteamiento de las élites empresariales guatemaltecas, de “sacarle provecho” a los efectos económicos que las sanciones de Estados Unidos tendrán para México. Una vez más, prevalece en dichas élites el miope horizonte temporal de sus propuestas. Lo que importa, para ellos, es aprovechar las ventajas coyunturales que puedan darse para sus intereses. 

A mi juicio, el contexto que he intentado delinear es el marco general y orientador para definir nuestra posición, como país, no sólo ante el gobierno de Trump, sino que frente a la nueva situación geopolítica que ahora se construye. Seguramente el gobierno de Bernardo Arévalo ya tendrá definida su estrategia, la cual se empezará a concretar en la reunión que hoy se realiza entre el presidente Arévalo y Marco Rubio.

Al respecto, hay tres aspectos que considero deberían prevalecer por parte de Guatemala. Uno, y principal para nosotros, es el de los migrantes. En este tema debe actuarse con realismo para responder a la visión transaccional que caracteriza a Trump (¿qué me das, qué te doy?, como dije en una columna anterior). Pero también con visión nacional. Para nosotros, lo fundamental es impulsar las políticas públicas que posibiliten que los territorios expulsores de su población se desarrollen, hasta el punto de dejar de ser tales. Y, en esto, el desarrollo rural es fundamental (de allí provienen la gran mayoría de migrantes).

El segundo aspecto es mantener el principio de la unidad latinoamericana, entendiendo, como lo dijo AMLO en el libro citado, que “… sería un grave error ponernos con Sansón a las patadas, pero siempre hay poderosas razones para hacer valer nuestra soberanía y demostrar con argumentos y sin balandronadas, que no somos un protectorado, una colonia o su patio trasero”.

Y el tercer aspecto es mantener el respaldo estadounidense a la democracia en Guatemala. Pero en esto, el gobierno de Arévalo no debe confundirse. Durante el primer año de su gestión dicho apoyo fue total y, a pesar de eso, las redes político criminales siguen manteniendo la cooptación de la institucionalidad. Por eso, Bernardo Arévalo debe tener siempre presente que sus aliados fundamentales son quienes, con su lucha, lograron que se respetara el resultado electoral, me refiero a las autoridades ancestrales y al movimiento campesino.

Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

post author
Artículo anteriorLa Decadencia del Imperio
Artículo siguienteCompetitividad, migración y corrupción