Ri’ siguan tinamit paxil kayala ku ya rutzil uwach ri uwachulew.
Con esas palabras y en ese idioma maya inició el presidente Bernardo Arévalo su discurso el día de ayer ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. En Español dijo: “El pueblo de Guatemala saluda al mundo”. Me dio mucha emoción escuchar a mi Presidente iniciando así su discurso.
Explicó que él estaba allí debido a dos expresiones claras de voluntad popular, una, “…la expresada democráticamente en las urnas que le permitió ganar la contienda electoral…”; y otra “…la defensa que la sociedad de Guatemala, en sus diferentes expresiones, reafirmó y defendió en las calles de la decisión que tomó en las urnas…”.
Al desarrollar su idea afirmó que la democracia en Guatemala “…no estaría completa, no podría existir, sin el impulso decidido y valiente de los pueblos mayas de Guatemala, del pueblo mestizo, del pueblo garinagu del Caribe, y del pueblo Xinca”. Agregó que el rol de su gobierno “…es darle sentido de unidad a esa diversidad. Y avanzar hacia un futuro próspero e incluyente”.
Del conjunto del discurso del presidente Arévalo quiero referirme a lo dicho anteriormente, sin que eso signifique ignorar la importancia de los diversos mensajes que expresó, ni dejar de valorar lo incomparable que resultan los ignorantes y rudimentarios discursos de los presidentes guatemaltecos durante los últimos años con la calidad diplomática y el conocimiento de la política internacional que posee nuestro primer mandatario. Pero, al mismo tiempo, y por esas cualidades que sin duda tiene Bernardo Arévalo, se puede señalar su deficitario posicionamiento ante la dramática situación que vive el pueblo palestino y otros temas relevantes. Estos déficits pueden explicarse por su “comprensible” alineamiento con la política exterior de los Estados Unidos.
Hecha la anterior aclaración, vuelvo al tema que quiero destacar: el reconocimiento a la movilización social gracias a la cual se logró que prevaleciera la decisión que el pueblo manifestó en las urnas, derrotando, al menos en ese momento, la pretensión golpista de las redes político criminales.
El presidente Arévalo, en su comprensible afán por “darle sentido a la unidad en la diversidad”, me parece que no mencionó que la movilización social que lo tiene en la Presidencia fue, fundamentalmente, de los pueblos indígenas liderados por las autoridades ancestrales y con la participación activa del movimiento campesino. Y que la misma fue sustancialmente rural, aunque el rechazo a los golpistas fue generalizado y algunos sectores urbanos, como los mercados, pobladores y ciertos universitarios respondieron a la convocatoria.
Esa movilización por la defensa del voto señaló un punto de quiebre con las luchas sociales tradicionales. No fue “la plaza”, urbana, mestiza y principalmente clase mediera la que se movilizó. Fue un pueblo excluido del sistema democrático el que rescató, al menos coyunturalmente, la democracia.
Y este no es un simple matiz en la interpretación de lo sucedido. Homologar el rol de los cuatro pueblos en la defensa de la democracia no es correspondiente con lo que realmente vivimos el año pasado.
Pero, al mismo tiempo, es muy acertada la aspiración de Bernardo Arévalo de “darle sentido de unidad a la diversidad”. Tener la pretensión de jugar ese liderazgo es meritorio, pero sin confundirse en equiparar lo que sucedió con lo que se quiere construir; sin saber distinguir quiénes fueron, son y pueden seguir siendo sus aliados estratégicos.