La contradicción es lo permanente, en la realidad social, natural y del pensamiento. El equilibrio siempre es transitorio, porque el desarrollo de las contradicciones es lo que posibilita el cambio y éste es ineludible. Siempre sucede, tarde o temprano se produce.
Ahora bien, los cambios, lamentablemente, no necesariamente son para avanzar. Hay momentos críticos en los cuales se define el rumbo de estos. Y, particularmente en el ámbito político, el desenlace de dichos momentos críticos tiene aún mayor incertidumbre.
Triste ejemplo de ese desenlace para retroceder que produce un momento crítico fue el año 2015. El “golpe blando” que produjo la defenestración de un gobierno inundado de corrupción, tuvo como resultado contraproducente el inicio de un proceso de construcción de la “alianza perversa” (élites empresariales, redes político criminales y narco subyacentes) que en pocos años logró cooptar la totalidad de la institucionalidad estatal para garantizar la impunidad de la corrupción. Ese proceso tardó dos gobiernos, el de Jimmy Morales y el de Alejandro Giammattei.
Pero alucinada con sus éxitos, la “alianza perversa” actuó como que la realidad que había construido no pudiera ser objeto de cambio. Al interior de ella, las élites empresariales pasaron a ser los vergonzosamente resignados aliados/rehenes de las mafias político criminales.
Ante la proximidad de las elecciones, seguros de la continuidad de su dominio, los actores de la “convergencia perversa” se dieron el lujo de entrar en contradicciones entre sí para obtener la hegemonía en la misma. Pero el resultado electoral del 25 de junio ha producido un momento crítico que está derivando hacia un posible desenlace que les desbarata sus propósitos de continuar en la cooptación de la institucionalidad y les rompe la cohesión de la convergencia perversa. En ese contexto, dicha convergencia se empieza a desboronar. Las élites empresariales, con un afortunado oportunismo, toman distancia de sus “aliados”. El gobierno de los Estados Unidos aprovecha el momento para tratar de lograr lo que hasta ahora no ha podido: sacar del poder a las redes político criminales que ya no les son útiles y les resultaron altaneras.
La reacción de dichas redes es desesperada. Entienden que se están jugando el todo por el todo. La Corte de Constitucionalidad, parte sustancial de esa convergencia perversa, les abrió el espacio para que su desesperación tenga alguna posibilidad de éxito. El objetivo es hacer ineficaz el resultado electoral del 25 de junio y lograr que se aborte el proceso electoral, evitando el balotaje del 20 de agosto.
Pero la avalancha de reacciones nacionales e internacionales es contundente en el apoyo al respeto a la voluntad ciudadana. Las organizaciones de las élites empresariales abiertamente se han distanciado de sus perversos aliados. Ahora tienen la posibilidad de dejar de ser aliados/rehenes de las redes político criminales.
Los diversos actores de la sociedad civil se manifiestan abierta y airadamente contra la acción desesperada de las redes político criminales. La Conferencia Episcopal se expresó en esa misma dirección. Las organizaciones de los pueblos indígenas también reivindican abiertamente el respeto a la voluntad ciudadana en el proceso electoral, a pesar de comprender que en esta crisis política no aparecen sus justas reivindicaciones de identidad y derechos que solo se verían incluidas si se construyera un estado plurinacional.
En fin, esta semana es un momento crítico que puede producir un cambio sustancial para empezar a recomponer el Estado guatemalteco. El punto central, ahora, es derrotar a las redes político criminales.