Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

El clasismo y el racismo predominante en los sectores que hegemonizan el poder político y económico del país les está jugando una mala pasada.

A los poderes hegemónicos tradicionales, así como a los actores clasemedieros subordinados, les aterroriza pensar en un país gobernado por los indios, a quienes consideran poco inteligentes, sin educación y resentidos.

Por las anteriores razones y sentimientos perversos, para quienes sustentan esas visiones y esos intereses, es inadmisible que el partido Movimiento de Liberación de los Pueblos, MLP, tenga la mínima oportunidad de llegar a ganar las próximas elecciones generales a Presidente y Vicepresidente. No pueden imaginar una indígena, orgullosa de su identidad como lo es Thelma Cabrera, en la Casa Presidencial. A este sentimiento racista se agrega la repulsión que sienten por un ex Procurador de los Derechos Humanos que asumió la defensa de la dignidad de los pobres y excluidos mientras estuvo en tan alta responsabilidad del Estado.

La cantidad de votos que obtuvo la señora Cabrera en las anteriores elecciones, que la colocaron en un cuarto lugar (casi empatando con el tercero), los asusta mucho. Se la imaginan llegando a una segunda vuelta y compitiendo con Sandra Torres, en una contienda que tendría altas posibilidades de triunfar. O bien, disputando la Presidencia con Zury Ríos, produciéndose una polarización social cuyo desenlace los hace temblar.

A todo lo anterior se suma el análisis del contexto regional que sin duda hacen, donde está presente, por una parte, la experiencia de Bolivia y Perú, países en los cuales los indios osaron convertirse en actores políticos del máximo nivel; y, por la otra, gobernantes de izquierda, entre ellos un ex guerrillero, Petro, un dirigente sindical, Lula, y un “muchacho” bochinchero, Boric, quienes ahora ostentan las bandas presidenciales en sus respectivos países.

No, nada de eso puede pasar en Guatemala. Hay que aniquilar tal posibilidad. Las otras opciones de izquierda que participan no les preocupa, se sienten tranquilos al ver como compiten entre sí para ver quién se lleva la principal porción de la derrota electoral.

Pero el terror que sufren y que los obliga a evitar los “riesgos” referidos, podría estarlos llevando a magnificarlos. La realidad política actual, con toda la dinámica que ha provocado el tema de la NO inscripción del MLP, podría construir un escenario político con resultados diametralmente contrarios a los que ellos torpemente pretenden.

El MLP está capitalizando el descontento popular, no necesariamente por una simpatía explícita hacia su propuesta programática, sino porque se están posicionando como la única opción realmente antagónica con el estatus quo prevaleciente, el cual es rechazado por la gran mayoría de la ciudadanía.

Esta es la realidad urbana y rural, siendo en este último caso alimentada por la simpatía que provoca en quienes allí habitan ver a sus similares (los indígenas y campesinos) con el valor de luchar y movilizarse en las carreteras cercanas a donde ellos viven.

Este resultado se podría expresar en las elecciones municipales y de diputados, algo que no ocurrió en el 2019. Y como los pueblos indígenas piensan en el mediano y largo plazo, la acumulación de fuerzas que logren los hará avanzar, de tal manera que en un futuro próximo se haga realidad la “pesadilla” de los racistas y clasistas.

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