Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

Las élites juegan un papel relevante en las sociedades. Me refiero a ellas como minorías “selectas”, por el rol social que cumplen. Éstas pueden ser económicas, políticas, académicas, sindicales, campesinas, etc. En el largo plazo, no son las que determinan el rumbo de la Historia, ya que en los momentos críticos donde se deciden rumbos sustanciales de transformación, las masas son las determinantes. Pero, sin duda, inciden, de manera extraordinaria, en los procesos de transformación o mantenimiento del estatus quo. Ellas son un reflejo de las realidades sociales existentes, pero también tienen una gran responsabilidad social en lo que acontece. O sea que son producto de esas realidades, pero, al mismo tiempo, son actores relevantes en ellas.

Dicho lo anterior como introducción, me ha parecido muy interesante analizar algunos de los debates que ellas promueven en esta coyuntura. Y, en tal sentido, me ha llamado la atención dos temas que actualmente están presentes. Uno es el de la pobreza y el otro el del próximo proceso electoral.

En el primer caso, las élites conservadoras empresariales y sus cajas de resonancia se alborotaron ante la publicación de una nota de la agencia alemana DW donde, citando al Banco Mundial, apareció Guatemala con el primer lugar en América Latina por el índice de pobreza de un 59.3% que sufrimos, superando incluso a Haití. Sin embargo, el propio Banco Mundial pronto aclaró que las comparaciones no eran pertinentes porque la metodología y criterios nacionales no arrojan datos necesariamente comparables. A partir de esa técnicamente atinada aclaración, los actores citados han blandido la espada, reivindicando la equivocación del Banco Mundial. Los argumentos técnicos efectivamente podrían invalidar la conclusión sobre Guatemala ¡Tal vez somos el penúltimo! Para ejemplificar este error comparativo, pensemos que, si en Cuba se aplicara el criterio de definición de la línea de pobreza a partir únicamente del ingreso calculado en dólares estadounidenses, todos los cubanos serían pordioseros, cuando tienen importantes indicadores sociales que incluso son comparables con países desarrollados. Pero, más allá de esta rectificación del Banco Mundial, el debate levantado por estas derechas resulta desdichado, Blasonan con entusiasmo que Guatemala no ocupa el último lugar en pobreza en América Latina. Casi hacen de esta ridícula reivindicación una jactancia. Increíble la miseria de su entusiasmo. No ser el último visto casi un triunfo.

En el segundo caso, las élites políticas de izquierda ya están construyendo sus alianzas de cara al proceso electoral que se avecina. Su fragmentación es dramática. Son incapaces, al menos hasta ahora, de aliarse entre ellos y de avanzar en alianzas más amplias. Pareciera que se preparan con entusiasmo para competir entre ellas por perder.

Me parece que, en ambos casos, se evidencian unas élites que con transparencia reflejan el estrecho horizonte que les marca su visión. Los debates referidos creo que son un excelente ejemplo de la lamentable pequeñez de su pensamiento, determinado por intereses de igual magnitud.

El país se hunde o se desploma. El camino de solución pasa por una amplia convergencia virtuosa para detener el proceso, ya casi consumado, de cooptación de la institucionalidad estatal por las mafias político criminales y sus aliados. La pobreza y la desigualdad que prevalecen son dramáticas, sea que nos sitúe en el último lugar o un poquito arriba. Y todo pasa por la política, donde las derechas empresariales son socios/rehenes de esas mafias y las izquierdas víctimas de su desfasado sectarismo.

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