Por: Adrián Zapata
La “Convergencia Perversa”, esa que muchos denominan el “Pacto de Corruptos”, con la acción emprendida contra el periodista Rubén Zamora ha actuado con osadía. No es la primera vez que procede de tal manera. El nombramiento de la Fiscal actual significó “quemar las naves” frente a las presiones nacionales e internacionales para que ella no continuara en el cargo. Para lograr la cooptación integral de la institucionalidad estatal era esencial contar con el Ministerio Público. Pero con esta acción contra el periodista Zamora realiza una nueva osadía, ya que se transparenta, de manera grosera, su decisión de anular la libertad de prensa, propia de las democracias liberales.
Así que ahora no hay duda alguna, no se respetarán las formas democráticas y Giammattei está dispuesto a aplicar la represión estatal para mantener cooptado al Estado.
Ahora bien, las reacciones en contra de esta decisión podrían convertirla en la gota que rebalse el vaso. De esta forma podría empezar a hacerse realidad la experiencia reiterada en diferentes campos de la vida social de que quien sobre gana en una controversia termina perdiendo.
Me parece que el poder político ejercido por la convergencia perversa de manera autoritaria y hasta dictatorial, está transitando a la conformación de una tiranía, ejercida por el Presidente y el “Jefe de Jefes” (como se autocalificó su pareja). Giammattei subordina todo, incluyendo los intereses de sus aliados, al comportamiento iracundo que lo caracteriza, el cual lo lleva a actuar con irracional osadía, sin importarle las consecuencias.
El comunicado del CACIF donde comienzan a tomar distancia del aprendiz de tirano es un ejemplo de posibles rupturas de la convergencia perversa. De igual manera, el comunicado de la Conferencia Episcopal, que deja su tibieza ante el drama político nacional, es otro ejemplo del desgaste presidencial.
A nivel internacional, la acción contra el periodista Zamora es interpretada como una afrenta a la libertad de prensa, lo que concita un repudio generalizado al gobierno guatemalteco.
Sin embargo, el elemento que falta para que se pueda atajar este tránsito a la tiranía es la movilización social y ésta sigue sin producirse. La “plaza”, que ilusionó tanto a la “izquierda pink” (término ya utilizado por analistas políticos), no se ha repetido. Las clases medias, en este caso urbanas, tienden a ser volátiles en sus reacciones de indignación ante los problemas sociales, máxime cuando, como en el presente caso, no lograron nada (Jimmy Morales fue el hijo de la “plaza”, con el padrinazgo de las élites empresariales y la aceptación del poder imperial).
El gobierno ha dicho que la acción es contra el empresario que presuntamente está involucrado en actos ilícitos, no contra el periodista. Es difícil pensar que esto sea cierto. La persecución contra fiscales y jueces honestos así lo demuestra. Habrán de presentar pruebas contundentes para desvirtuar esta percepción ciudadana.
Por eso, todos debemos rechazar las acciones judiciales contra el señor Zamora que no estén basadas en pruebas contundentes y, paralelamente, exigir su inmediata liberación. Esa es la respuesta que la defensa de la democracia requiere, aunque sea defendiendo a un periodista que ha utilizado una manera tan depravada como elPeladero para denunciar/desprestigiar a quienes elPeriódico considera corruptos.