Por: Adrián Zapata
Estamos en una coyuntura en la cual los sancarlistas pueden rescatar la Tricentenaria.
Nuestra universidad nacional, única en tal calidad por mandato constitucional, tiene una historia heroica de lucha por los intereses nacionales y de los marginados y excluidos. Ha pagado una cuota dramática por cumplir con este compromiso. Durante los años ochenta y principios de los noventa prácticamente se diezmó la población universitaria, en términos de profesores y estudiantes. Los señalamientos de sesgos ideológicos en la formación impartida durante esos años pueden tener cierta razón, pero no se puede analizar tal situación al margen de lo que estaba ocurriendo en el país, en la región y en el mundo. La influencia que el movimiento revolucionario llegó a tener en esa casa de estudios sin duda era altamente significativa. Pero así es la academia, un espacio privilegiado para la expresión de todos los pensamientos, incluso de lucha entre ellos. El reto es cómo no se distancia la academia de la cientificidad del pensamiento y de la pluralidad que debe existir para que todos se expresen. Esa es una de las razones por las cuales es “universidad”. En todo caso, los sesgos ideológicos que pudieron haber prevalecido de ninguna manera justificaban la acción criminal contra la comunidad sancarlista. Los estragos que causó la cruel y amplia represión sufrida, particularmente en los años ochenta, produjo un vacío que dio lugar a la irrupción de liderazgos corruptos y mediocres.
Por eso, se enquistaron de manera acumulativa liderazgos y prácticas que produjeron una Usac degenerada, hasta el punto de estar al servicio de poderes criminales. Actualmente, esta situación se expresa en el alineamiento con las redes político criminales que han cooptado la institucionalidad estatal y que en los próximos días aspiran a consolidar este dominio tomando la Rectoría.
Es en ese contexto que surge SOS, pretendiendo rescatar la Usac de esos poderes perversos. El candidato que escogieron para competir por la Rectoría es un “outsider”, no porque sea alguien ajeno a la Usac, pero si a la “nomenclatura” que la domina. Jordán Rodas ha tenido un desempeño valiente en la Procuraduría de los Derechos Humanos, enfrentando la cooptación de la institucionalidad por parte de las redes político criminales. Reconociendo ese desempeño meritorio, humildemente discrepo con cierto desconocimiento de los límites que hay entre una institución de Estado, como es la PDH, y el activismo social.
En todo caso, su afortunada irrupción en la política universitaria para competir por la Rectoría ha sorprendido a la “nomenclatura” que no esperaba tal fenómeno.
Ahora bien, hay que ser más agudos en el análisis, para no generalizar injustamente y dejar de reconocer que aún entre aquellos que han sido parte de las élites universitarias, hay quienes quieren distanciarse de las mafias y rescatar a la Usac de ellas. Desconocer esta realidad y expresar un mesianismo en relación a SOS y su candidato, es erróneo. Y ya que ninguno de los candidatos tiene la mayoría de votos requeridos para ser electos, se hace indispensable la negociación entre quienes coincidan con el propósito del rescate referido. Si esto no ocurre, las mafias consolidarán su control institucional sobre la Usac. Y las redes político criminales a nivel nacional dispondrán de un alfil más en la cooptación del Estado que han alcanzado.
Todos en su discurso hablan de negociación, pero la pregunta pertinente es la que le escuché a una connotada periodista hace pocos días: ¿negociarán consigo mismos?
Superar los intereses particulares y las visiones mesiánicas es el camino para unirse y poder derrotar a las redes político criminales en la Usac.