Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

En todos los ámbitos de la realidad, toda acción provoca una reacción. Los fenómenos físicos así suceden, los biológicos igual, lo mismo que los sociales y los políticos. Hasta en el ámbito subjetivo de las conductas sentimentales esta dinámica se repite.

Por eso, nuestra conducta en la esfera privada y pública siempre debe prever las reacciones que provoque. En la política, esto es aún más explícito y reiterado. Son muchos los intereses que entran en juego y variados los actores que se benefician o se afectan por las acciones políticas que se produzcan.

Traigo a consideración las anteriores reflexiones para analizar los fenómenos políticos que se están produciendo en la realidad nacional. Cuando las condiciones posibilitaron que la lucha contra la corrupción y la impunidad se pudiera expresar como nunca antes, los actores involucrados en tal cruzada actuaron con desborde de entusiasmo y, sin duda, cometieron excesos porque seguramente consideraban irreversibles los cambios que estaban logrando y la euforia los llevaba a una práctica que no previó las reacciones que se producirían.

Sin embargo, el escenario cambió abruptamente y se produjo un giro de 180 grados. Los perseguidores pasaron a ser perseguidos. La poderosa CICIG y el aparentemente imbatible Ministerio Público se desplomaron. El respaldo decidido del poder imperial se desmoronó. Todos los que directa o indirectamente habían sido afectados por la lucha contra la corrupción cerraron filas, obviando las diferencias que podría haber entre ellos, incluyendo aquellas de carácter ético. Los excesos de los “paladines” de la lucha contra la corrupción y la impunidad contribuyeron a esta cohesión perversa entre las redes político criminales y los empresarios afectados. El poder del narcotráfico se agasajó con esta alianza denominada por muchos “pacto de corruptos”. Y toda esta convergencia se cocinó con el fuego de la ideología que revivió los fantasmas de la guerra fría, al punto de llegar a identificar como enemigos ideológicos a quienes encabezaron la lucha contra la corrupción y la impunidad. La inmediata precandidatura de la señora Thelma Aldana a la Presidencia de la República fortaleció esas interpretaciones maniqueas.

Pero ahora está pasando lo mismo, pero al revés y potenciado. Quienes salieron victoriosos en ese pulso se encuentran envalentonados y dispuestos a que nunca más se ponga en riesgo sus intereses, resguardados por la impunidad. No sólo lograron revertir todos los logros alcanzados durante la etapa de auge de la lucha contra la corrupción y la impunidad. El péndulo está mucho más atrás de cuando empezó esa cruzada de la CICIG y el MP. La cooptación de la institucionalidad estatal es completa. Es tal su atrevimiento que no vacilan en enfrentar al mismo poder hegemónico (ahora ejercido por los demócratas), sin que tal actitud tenga una micra de antiimperialismo, sino una pretensión de aliarse con lo más granado del conservadurismo y fundamentalismo de los Estados Unidos.

No son capaces de aprender de lo que les sucedió a sus enemigos, los “adalides” de la lucha contra la corrupción y la impunidad. El descaro con el cual utilizan la institucionalidad cooptada ya no guarda forma alguna. Ahora son ellos quienes se consideran imbatibles. No asumen que toda acción provoca una reacción y que, en esta lógica, su poderío es coyuntural. Mientras más férreo sea el grillete con el cual aprisionan la institucionalidad, mientras más grande sea la magnitud de la institucionalidad cooptada, la reacción que provocarán terminará barriéndolos, porque los actores, nacionales e internacionales, que convergerán en un futuro cercano construirán una correlación de fuerzas que finalmente los derrotará.

Quien sobregana, termina perdiendo.

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