Por: Adrián Zapata
La semana pasada se celebró la VI Cumbre de la CELAC en México, teniendo la Presidencia Pro Tempore AMLO, el Presidente de dicho país. Asistieron 31 países, representados por 17 mandatarios, 2 vicepresidentes, 9 cancilleres y otras autoridades de primer nivel. Fue relevante también la presencia de Charles Michel, presidente de la Comisión Europea y de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, quien presentó un plan para la autosuficiencia de América Latina y el Caribe en vacunas y medicamentos, que fue aprobado por unanimidad. Al final de la Asamblea, el Secretario General de la ONU, António Guterres y el Presidente de China, Xi Jinping, dieron, vía virtual, sendos mensajes de apoyo a la CELAC.
Se emitió la “Declaración de la ciudad de México”, que contiene 44 puntos. Afortunadamente, prevaleció el consenso respecto de dicho contenido, más allá de las diferencias ideológicas y políticas que obviamente existen entre los gobiernos de América Latina y el Caribe. Expresión de ellas fueron el artero ataque del Presidente Lacalle de Uruguay al Presidente cubano Díaz Canel, quien respondió con firmeza; y el exabrupto del Canciller nicaragüense al atacar irracionalmente al gobierno progresista del Presidente Fernández de Argentina.
Esta trascendental reunión es producto, por una parte, del liderazgo de AMLO en el continente, quien parece decidido a recuperar la dignidad de la tradicional política exterior de México, basada en la llamada “Doctrina Estrada” (mérito histórico del PRI, formulada en 1930, y luego abandonada por el rumbo neoliberal y servil hacia el imperio que caracterizó a los gobiernos de dicho partido a partir de Salinas y, por supuesto, a los del PAN). Con esta VI Cumbre se reactiva ese organismo regional que fue creado en el 2010 y que no se reunía desde el 2017.
En su discurso inaugural AMLO afirmó que la CELAC “… puede convertirse en el principal instrumento para consolidar las relaciones entre nuestros países de América Latina y el Caribe, y alcanzar el ideal de una integración económica con Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a nuestras soberanías; es decir, construir en el continente americano algo parecido a lo que fue la Comunidad Económica que dio origen a la actual Unión Europea.”. Acertadamente dijo que “…este ideal puede convertirse en realidad si pensamos y acordamos sobre tres cuestiones básicas: la no intervención y la autodeterminación de los pueblos; la cooperación para el desarrollo y la ayuda mutua para combatir la desigualdad y la discriminación.”. Estos contenidos se concretan en el compromiso de “… respetar las decisiones internas de los pueblos y que ningún gobierno se arrogue la facultad de someter a otro país bajo ningún motivo, causa o pretexto, o mediante la utilización del dinero, la propaganda, las sanciones económicas y diplomáticas o el uso de la fuerza… Que las controversias sobre democracia y derechos humanos se diriman a petición de las partes en instancias verdaderamente neutrales creadas por los países de América y que la última palabra la tengan las agencias especializadas de la Organización de las Naciones Unidas. En cuanto a lo económico y comercial, propongo que junto con Estados Unidos y Canadá construyamos un acuerdo y firmemos un Tratado para fortalecer el mercado interno en nuestro continente,… se trata de reactivar pronto la economía en nuestro continente para producir en América lo que consumimos.”.
La pregunta que ahora se impone es qué hacer ante una OEA históricamente servil a los Estados Unidos, situación agravada con la actual gestión de un pelele en la Secretaría General.
A mi juicio, el camino a seguir incluye impulsar la CELAC en el sentido que señala AMLO y, a partir de allí, reconstruir un organismo regional donde participen los Estados Unidos y Canadá.