Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
Escuchar es una habilidad social, no es sinónimo de oír. Debido a que no se refiere en exclusiva a la percepción de sonidos. Si no a prestar atención al mensaje que nos desean transmitir.
Escuchar es la base de toda comunicación y favorece el diálogo y la resolución de conflictos. El escuchar es una conducta que puede fortalecerse en el transcurso de la vida.
Las personas están deseosas de comunicar acontecimientos, sentimientos, vivencias agradables y también desagradables. Con el fin de sentirse cercanas a los demás, comprendidas, y también, para dar un significado a lo que les ha sucedido, entre otras cosas. Al querer hablar con otras personas, de manera no necesaria se buscan consejos, menos toparse con respuestas críticas o poco respetuosas. Al contar sus cosas, la persona no necesariamente está realizando una queja. Solamente puede estar diciendo: lo que te cuento, lo cuento a ti porque en ti confío.
En variadas ocasiones, creo que debido al contexto social y psicológico en el cual se encuentra inmersa la persona a quien va dirigido un relato. Se encuentra con la necesidad de interrumpirlo, de minimizar las penas y dolor de quien habla, a competir por un protagonismo inapropiado dentro de una conversación. Por ejemplo: Si alguien cuenta que le duele la pierna, de manera inmediata la otra responde: eso no es nada, si usted supiera, a mí me duele todo el cuerpo, y eso sí, yo no me quejo. Y la conversación no fluye, no trasciende. Se convierte en un conjunto de soliloquios de quienes participan en un aparente diálogo.
El contexto social y psicológico no facilita la posibilidad de que se lleve a cabo una adecuada escucha. La gente, de manera posible, sintiéndose carente y con deterioro de su autoestima, necesita ser protagónica en cada espacio de relación, tampoco, logra la quietud y el silencio necesarios para una escucha activa. Y el narcisismo predomina, contra la posibilidad de una muestra de empatía a través de la escucha. Además, con mucha frecuencia se encuentra la animadversión al dolor, porque este nos conecta con nuestro propio dolor. Y también a la alegría ajena, porque provoca que florezca nuestra envidia. Como consecuencia la existencia de la evasiva para escuchar.
Se necesita hacer énfasis en la importancia de escuchar para que diálogos reales nazcan. Se establezca una verdadera comunicación entre las diferentes partes involucradas y no aparezcan conflictos por una falta de entendimiento.