Alvaro Pop

Álvaro Pop es originario de Guatemala y de habla Maya Q’eqchi. Representante de América Latina y el Caribe en el Grupo directivo global para la Década Internacional de las Lenguas Indígenas. Secretario técnico del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina desde 2017 y hasta febrero de 2021. Presidente en el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas durante 2016 y miembro experto de este Foro desde 2011. Profesor universitario."

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Álvaro Pop

Nueve millones trescientos mil personas empadronadas para las elecciones Generales el 25 de junio de 2023.

Cinco millones de mujeres. Un millón de hombres menos.
Guatemala, Huehuetenango, Alta Verapaz, San Marcos, Quiché, Quetzaltenango, Escuintla y Chimaltenango serán determinantes. Mayoría de población indígena en estos departamentos. El Padrón Electoral contiene hombres entre 18 y 30 años que suman 1 millón 100 mil. Mujeres entre 18 y 30 años suman 1 millón 470 mil. Un poco más de dos millones de personas determinantes en la elección. 30 partidos políticos con un techo de gasto electoral de casi Q35 millones cada uno que aún no se sabe cómo y de dónde provendrán, de los que consigan algo de este monto.
23 binomios presidenciales.

Dentro de este grupo empadronado, es inevitable reconocer que se tiene un buen grupo de votantes sin ciudadanía, que como resultado de la conveniencia de las élites nacionales (especialmente política y económica) no es parte de la ciudadanía activa y consciente. Es una población que está fuera de los círculos de información seria y sustantiva del sistema de partidos políticos; no le han permitido conocer la dinámica electoral y la han marginado de la participación partidaria porque es pobre.

Oportunismo clientelar de las élites. Facilidad de las dirigencias políticas de acceso a la administración de los recursos de Estado. Cooptación política de los grupos de poder económico (legal o ilegal). Aprovechamiento de la pobreza y la falta de información. Privatización de la democracia.

Imperio de la mediocridad. En esto hemos convertido la democracia electoral en Guatemala.

Guatemala vive la dictadura perfecta.

Un sistema de control total. El sistema se ha mantenido cambiando actores, pero no propósitos ni mecanismos.

La dictadura que tiene contenta a todos sus participantes. Un sistema político que ha sabido silenciar a la sociedad, descalificarla, a explotarla, humillarla y a convertirla en un público que incluso la seduce para que aplauda a sus propios victimarios.

Guatemala vive un falso debate y polarización entre izquierda y derecha.

Falso porque la verdad es que es un reinado que esconde la maquinaria de corrupción que han legalizado, institucionalizado y convertido en una cultura de vida política nacional. No es un problema de izquierdas o derechas.

Es un problema de corrupción y privilegios.

Es impresionante como en los últimos doscientos años, el ejercicio de la política nacional desde la administración de la presidencia (ministerios de gobierno), de la administración de justicia (cortes), del congreso de la república y la mayoría de las municipalidades en todo este tiempo, las decisiones se toman en contra de las necesidades de la mayoría de la población, aprovechándose de las necesidades.

Esa ha sido la historia de “las campañas de lucha contra el hambre”. Igual han sido las decisiones que se tomaron para los “caminos rurales”, reparación, mantenimiento y construcción de carreteras. Compra y distribución de útiles escolares. La nunca explicada compra de las vacunas contra el Covid-19. La poca transparencia en las compras de patrullas y uniformes (policiales y militares). La escandalosa manera de ganancia de las aseguradoras para “el seguro escolar”. La construcción y equipamiento de hospitales y centros de salud. La compra de medicinas. La deshonrosa marginación de la institucionalidad indígena. La administración del sistema penitenciario. Los multimillonarios alquileres de las oficinas públicas, cuando en todo este tiempo se pudo invertir en la construcción de edificios públicos de alto nivel y con buenos servicios. La farsa del desarrollo rural. El descarado robo de los recursos mineros, hidroeléctricos, forestales han creado una cultura de “oportunidad” que no riñe con las enseñanzas de las escuelas de negocios y el marketing político electoral. Las buenas intenciones se convierten en negocios rentables para unos pocos pícaros que se cobran la inversión que hicieron en campaña electoral.

¿Es posible otro país? Si.
Da esperanza que hay partidos políticos que traen jóvenes liderazgos que se proponen hacer cambios, seguir con la denuncia y tener voz desde los municipios y departamentos del interior del país.

Pareciera que la elección de la presidencia es un juego de póker con los dados cargados. Eso significa que la batalla hay que darla con toda la pasión por el cambio desde la gente misma.

La gran apuesta tiene que darse en la integración del Congreso.

El futuro del país nos lo estamos jugando en la arena legislativa. Desde donde se tendrá que cambiar la Corte Suprema, convocar a la Asamblea Nacional Constituyente, recuperar lo robado por la corrupción, trasparentar la política y hacer públicas las negociaciones del presupuesto.

¿Es mucho pedir?
Muy probablemente.
La recomendación más sensata es desconfiar de los partidos grandes. De los que más gastan. De los partidos políticos que más propaganda hacen. De los partidos políticos que tienen mucho dinero para su campaña.

De los partidos políticos que tienen candidatos que se sabe públicamente son corruptos y han hecho dinero a costa de los recursos del Estado en los municipios y departamentos del país; desconfiar y no votar por candidatos vinculados al crimen organizado; no votar por candidatos que han sido funcionarios y políticos que en el ejercicio de sus funciones se han aprovechado y han demostrado mediocridad.

Desconfiar del dinero que se gasta en campaña.

Es deuda que se cobra de manera corrupta posteriormente.

Votar por lo nuevo significa votar por lo nuevo.

Por candidatos de los pueblos indígenas que han luchado “a brazo partido” por sus comunidades; por los jóvenes de los departamentos; por los hombres y mujeres que con su experiencia han demostrado capacidad, honradez, servicio a los ideales constitucionales; por las personas que se sabe no pertenecen a los grupos que han ya gobernado el país.

Votar por los que creen en la agenda de los Acuerdos de Paz. Nos costaron miles de vidas humanas, años de negociación, millones de quetzales invertidos en la posibilidad del cambio del rumbo del país. Los que los descalifican demuestran deshonestidad, mediocridad y falsedad en sus propias palabras comprometidas en las negociaciones con todos los sectores.

Por los nuevos. Por las mujeres indígenas. Porque los pueblos indígenas traen un aliento nuevo de esperanza.

Porque vienen y cambiarán este país.
¡Feliz Año Nuevo Maya del Cargador E!

Cobán, Alta Verapaz, Guatemala.

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