Álvaro Pop
América Latina está en el umbral de oportunidades de cambio.
En nuestra región este año estaremos cerrando un ciclo más de elecciones democráticas.
Costa Rica tuvo elecciones generales en abril, los resultados levantan expectativas diversas ante el resultado. Hacer aflorar la economía, enfrentar exitosamente la desigualdad, recuperar la calidad educativa y la lucha contra la corrupción son quizá los retos más importantes.
Colombia tuvo elecciones legislativas en marzo en donde el Pacto Histórico obtuvo resultados que los posicionan como una de las fuerzas más importantes en el Congreso. Los oficialistas y la guerrilla no obtuvieron lo que se proponían. La elección presidencial del 19 de mayo se perfila con un triunfo de Gustavo Petro (de izquierda y más votado en las primarias).
El gigante de la región, Brasil, también tiene elecciones de mucha significancia para la región. Luego de una historia de persecución política, regresa con mucha fuerza el expresidente Lula da Silva al escenario electoral de la democracia más grande de América Latina, la cuarta del mundo y el país más rico de la región. Lula da Silva (43% de apoyo) regresa con más de 75 años a buscar un tercer mandato con amplias posibilidades de ganar. El actual presidente Bolsonaro (+65), busca su segundo mandato, pero la inflación, los escándalos y el manejo de la pandemia juegan en contra suya reflejándose en el 26% de apoyo. Hay que reconocer que estos años ha habido muchas muestras de racismo, invitación a la violencia y vinculación a grupos paramilitares. Esto último se ve como un probable estallido de violencia ante los resultados.
Chile espera poner a referéndum la Constitución que prepara la Convención. Un salto histórico en términos de organización de la sociedad y el Estado desde las entrañas mismas de ella. El planteamiento más novedoso es las nuevas relaciones Estado – Pueblos Indígenas que presenta, el manejo de la economía y el rol del Estado. La región lo espera con mucha expectativa.
Más allá de la región latinoamericana, Estados Unidos pasa por elecciones de medio periodo. Una prueba de fuego para el actual gobierno demócrata ante un electorado que necesita respuestas a problemas domésticos de diversa índole y las perspectivas de la guerra a partir de la invasión de Rusia a Ucrania.
Al cerrar este ciclo en la región, los países se encuentran ante el reto más importante de los últimos doscientos años. La indispensable reforma del Estado ante las deficiencias que demostró a partir de la pandemia en los sistemas de salud y de educación son innegables y urgentes. Luego la situación de la economía no pinta optimismo. No solo por los costos sociales de la pandemia, sino por la deuda histórica en términos de empleo, seguridad social y desarrollo rural; ahora tendrá que enfrentar el impacto económico de la guerra ruso – ucraniana, especialmente ante el incremento de los precios de los combustibles y otros productos.
Lamentablemente los países de la región no han aprendido a planificar ni a reaccionar de manera concertada. Las cumbres y las reuniones interministeriales han tenido y tienen serias dificultades de operación y de beneficio a los más de 650 millones de habitantes. La CEPAL anuncio a inicios de este año una “desaceleración de su crecimiento a 2,1% para el 2022, baja inversión, productividad y lenta recuperación del empleo, menor espacio fiscal y aumento en las presiones inflacionarias y desequilibrios financieros” entre otros problemas.
Sumado a la realidad de desigualdad que vive la región debería llamar una Cumbre para nuevos compromisos y novedosos mecanismos de articulación económica productiva dentro de un nuevo modelo de desarrollo para la región. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible tienen perspectivas y metas útiles en esa dirección.
El Triángulo Norte tiene aún mayor intensidad de cambio de rumbo en la política pública y en el comportamiento de la actual generación de dirigentes políticos y sociales. Esta subregión (México, Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y Nicaragua) enfrenta canceres sociales e institucionales de tratamiento súper urgente, la corrupción, la inoperancia institucional, la falta de cobertura institucional rural, la disonancia entre Estado y la sociedad, la falta de oportunidades, la perversidad del sistema político (partidos políticos, instituciones electorales, normativas), la injusticia, el tráfico de drogas y personas…
Guatemala ha iniciado su dinámica política electoral. Esto es lamentable porque todo lo actuado por los funcionarios de gobierno debe leerse en código electoral, de intereses partidarios y gremiales / personales.
Con mirada positiva, este ambiente puede ser un momento de revisión y evaluación de los últimos 35 años de “vida democrática”, de negociación de la paz y la firma de Acuerdos y sobre todo para enderezar los rumbos hacia posibilidades reales de democracia, transparencia, honestidad y pluralismo en una sociedad multicultural con aspiraciones interculturales.
Mañana será tarde.