Álvaro Pop
El mundo ha vuelto los ojos al Estado. Este ha sido el principal resultado de la pandemia. Este efecto es especialmente significativo en América Latina. Llama la atención que el péndulo político electoral se esté moviendo con resultados hacia “la izquierda roja o rosada” como diría un colega. ¿Coincidencia? ¿Cuánto más viene? Viene más.
La pandemia no solo paralizó la economía. El mundo paso de un “débil desempeño a su peor desempeño desde 2009”. Si antes de la pandemia las mujeres y los pueblos indígenas eran los más pobres, de la pandemia saldrán más maltrechos aún.
Nos hizo vivir las cuarentenas, como plantea la CEPAL “medidas que solo son comparables a las tomadas en situaciones de guerra”.
También paraliza los sistemas educativos y no se ven en los horizontes estrategias para superar los impactos, aún estamos inmovilizados. Los sistemas de seguridad ciudadana se pusieron a prueba y levantar autoritarismos. Y como he mencionado en esta columna, la democracia ya no es la misma.
La dimensión e importancia de la tecnología y la disponibilidad de la energía se acercan a establecerse como derechos humanos en un futuro cercano. Pero también a revisar el modelo de producción energética.
Si a estos impactos le agregamos la emergencia como urgencia multidimensional de la migración y el cambio climático. Con esto tenemos un combo que dirige la sociedad humana hacia transformaciones sustantivas.
Valorar la agricultura. Especialmente la familiar. La que produce alimentos para la subsistencia. Fundamental el retorno al valor de la comunidad. La que se trenza con lazos con solidaridad; que cumple con Estado de Derecho; que reconoce sus necesidades y trabaja de manera colectiva en solucionarlos. La comunidad nacional con una nueva generación de jóvenes orgullosos de cultivar la tierra, atender el ganado y junto a la granja acercarse al mundo a través de la tecnología. Es enfrentar de manera valiente el problema de la tierra, del derecho al agua. Es ser Estado.
La “economía informal” como el recurso que aporta sustantivamente a la sobrevivencia, a la capacidad de superar las necesidades y en muchos casos a la pequeña empresarialidad. Respaldarla. Ayudarla a recibir seguridad social, a no dejar de ser creativa y transformar al Estado para atender la auténtica lógica de los mercados y la producción de estos.
La pandemia demostró que necesitamos estar más comunicados. Tenemos más teléfonos móviles y menos comunicación. Cumplir con los mandatos constitucionales de reconocimiento y funcionamiento a partir de las realidades multilingües.
La pandemia llama a los Estados a revisar los presupuestos nacionales, la recaudación de impuestos, la lucha valiente contra la corrupción y la inteligente inversión de los recursos que siempre son pocos. A no temer la deuda cuando tiene un propósito social. ¿Cómo tener más riqueza para todos y menos pobreza? Necesita de un diálogo social capaz de reconocer las lecciones del pasado, las realidades contemporáneas y avanzar estratégicamente en los escenarios deseados en el futuro.
La pandemia nos llama a ser más interculturales. En esta vida y en estas sociedades. Ahora. No tenemos más mundos, más naturaleza y más vidas que estas. Artesanos de la vida.