Álvaro Pop
Tento’ xjalb’al li xk’eb’al xloq’al li junesal re xk’eb’al xloq’al li komonil…*
Centroamérica se encamina a un sendero de más incertidumbre.
La pandemia desnudó su incapacidad para construir institucionalidad y Estado en doscientos años. Con márgenes de diferencia entre Panamá y Costa Rica, Centroamérica tiene la urgencia de transformar sus sistemas de salud, educación, justicia y económicos.
La debilidad institucional de la mayoría de estos países instala una oportunidad de ampliar las garras del crimen organizado transnacional aumentando la oferta de corrupción, incapacidad de atender las necesidades de la población y en consecuencia la ingobernabilidad y la migración.
La coincidencia de insuficiencia fiscal en Centroamérica adicionada a la prioridad de una agenda empresarial que solo ve mercado de ganancias y mantenimiento de privilegios sociales y comerciales, aumenta las posibilidades de desigualdad.
A Centroamérica no le ha faltado crecimiento económico. El problema es que el mismo no se refleja en el desarrollo de la sociedad y el combate a la pobreza. Este año el crecimiento será superior a lo previsto, los autores del milagro son los migrantes, aunque otros se autoproclaman vergonzosamente como responsables.
Más allá del crecimiento que consiga en los próximos cinco años, es súper urgente invertir en una reforma de sus sistemas económicos, construir un sistema centroamericano y que se oriente hacia el desarrollo. Un reto centroamericano que alguno de los países debe encabezar.
Veo una Costa Rica con enormes capacidades para asumir este reto si supera sus suspicacias historias hacia el resto de los países de la región y provoca un proceso como el de los Acuerdos Esquipulas (1986-1987), superándolo en su espíritu y ambición.
El trabajo del Presidente Vinicio Cerezo y el Plan de Contingencia Regional Frente al Coronavirus presentado por los ocho presidentes del SICA a principios de marzo 2020 demuestra que cuando la voluntad se encuentra con la conciencia de la necesidad de respuestas estratégicas, se benefician las sociedades en su conjunto. Especialmente si se cumplen con su financiamiento y ejecución pronta.
La región debe comulgar mejor sus prioridades y sus agendas de futuro para tener un destino común de bienestar. Es tan pequeña que necesita aprovechar todas sus potencialidades para avanzar en la agenda del desarrollo, la competitividad, el Estado de Derecho, los derechos humanos, la migración, el cambio climático, la reforma energética y la instalación de la nueva democracia, más participativa, y sobre todo más útil para las comunidades y las personas en la región.
El Parlamento Centroamericano (PARLACEN) puede ser una herramienta útil para estas iniciativas. Para ello deberá empezar pidiéndole la renuncia a todos los expresidentes y vicepresidentes que participan hoy allí. Y reformando su normativa interna para lograr una participación más joven, más limpia, más autentica a la actual. Si las dirigencias de cada país tienen voluntad política, los congresos nacionales deberán comprometerse a conocer una agenda de transformaciones nacionales vinculantes al PARLACEN.
Alicia Bárcenas: “La prioridad de Centroamérica debe ser transformar la cultura del privilegio por una cultura de la igualdad* y avanzar con imprescindibles medidas de alcance redistributivo”.