El narcotráfico es a mi criterio el mejor ejemplo de globalización a nivel mundial que compite con los grandes monopolios y eso se ve en tres aspectos: 1º Producción Globalizada: Las drogas se producen en un país (ej. coca en Perú, Bolivia, Colombia; opio en Afganistán, México), se procesan en otro (o en varios), y los precursores químicos provienen de otros lugares de alta tecnología. Esto crea una cadena de suministro transnacional que ejemplifica perfectamente la globalización. 2º Comercialización Globalizada: Las rutas de tráfico atraviesan múltiples continentes y rutas que aprovechan las redes logísticas del comercio lícito (contenedores, transporte aéreo, sistemas bancarios internacionales). El mercado final es verdaderamente global, con consumidores en prácticamente todos los países del mundo. 3º Flujos Financieros: El lavado de dinero es la manifestación más clara de su carácter global. Los miles de millones de dólares generados se mueven a través de paraísos fiscales, bancos internacionales y criptomonedas y no digamos comercios locales, integrándose en la economía nacional y mundial como cualquier otra gran industria y generando millones de empleos.
Esos tres mecanismos requieren de alto y complejo ejercicio del poder. En consecuencia, la afirmación de que el narcotráfico es «de máximo poder en lo que sucede dentro de los gobiernos mundiales» es debatible y por consiguiente de posibilidad. En muchos países, especialmente en las zonas de producción y tránsito no digamos de venta y distribución (cosa que muchos países no quieren reconocer), el narcotráfico captura y corrompe sistemáticamente a funcionarios, policías, militares, jueces, políticos, religiosos académicos, amas de casa, jóvenes, a todos. Esto le da poder de veto sobre las políticas públicas e incluso la capacidad de nombrar o influir en la elección de líderes tanto por los medios comunes de comunicación como de las redes sociales e internet. Al mismo tiempo, el volumen de dinero que maneja el narcotráfico compite con el PIB de muchos países y a la vez le permite introducirse en el mercado de bienes, energéticos, banca, industria, comercio armamentista. Esta liquidez le permite comprar impunidad e influir en decisiones económicas, como el control de divisas o la inversión en sectores específicos para el lavado. Finalmente, dado que se alía a otros medios perversos de obtener bienes genera una gran violencia social y política interna e internacional en paralelo y muchas veces en contubernio con ejércitos y fuerzas de seguridad. Ello en todo el ciclo de la droga.
Lo interesante en esto es que ha entrado en competencia o ya coexiste y va de la mano con otros poderes globales muy fuertes: Poderes Geopolíticos: de las grandes potencias y sus intereses estratégicos. Poderes Corporativos: Las megacorporaciones tecnológicas, farmacéuticas e industriales y financieras, que ejercen un lobby legal y tienen un impacto en las regulaciones internacionales a menudo compiten ya en forma directa con el crimen organizado del narcotráfico. Y con los Poderes Financieros Legítimos como el FMI, el Banco Mundial y los grandes fondos de inversión también ya compiten y aunque aún no establece directamente las políticas monetarias o de seguridad de las principales potencias, sí las socava hasta sus cimientos sociales como se ve con la actual política norteamericana en este tema.
Por lo tanto y en la actualidad, el narcotráfico constituye una de las fuerzas más poderosas y corrosivas de la globalización, ejerciendo una «soberanía paralela» o «gobernanza criminal» que desafía el monopolio legítimo de la fuerza y el poder de las élites tradicionales, sobre todo en los Estados más débiles como el nuestro, y que corrompe la toma de decisiones en los Estados más fuertes.







