Desde que era estudiante de bachillerato y de eso ya hace varias décadas, oía y conocí de programas de ayuda internacional para el desarrollo y estos continúan. Según un informe de la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (Segeplan), entre el 2005-2023, la cooperación internacional apoyó a Guatemala con más de 700 Programas/Proyectos Históricos de desarrollo. Solo el Sistema de Naciones Unidas (SNU) implementó 190 intervenciones programáticas en Guatemala durante 2024. Usted los puede encontrar de todos los gustos y sabores: Desarrollo Social (salud, educación, reducción de la pobreza). Fortalecimiento Institucional, Seguridad y Justicia, Desarrollo Económico (empleo, inversión), Medio Ambiente y Cambio Climático, Seguridad Alimentaria y Nutricional. Y entonces cabe preguntarse: ¿a qué han conducido todos ellos?
Cuando uno habla con los expertos, muchos indican que la paradoja de recibir cientos de programas y miles de millones en ayuda sin lograr una «transformación» estructural se debe a que el problema del subdesarrollo no es solo de falta de recursos, sino de “obstáculos sistémicos y estructurales dentro del país”. Otros son más concretos: Debilidad Institucional y Corrupción. Concretando en que gran parte de la ayuda internacional requiere que las instituciones estatales (ministerios, municipalidades) tengan la capacidad técnica y administrativa para ejecutar los proyectos de forma eficiente y trasparente. Cuando esta capacidad es débil –como en nuestro caso- los recursos se ejecutan lentamente, se desvían o no se utilizan con el impacto deseado. A ello suman Corrupción. La corrupción en la administración pública desvía fondos destinados al desarrollo, socava la confianza y evita que los beneficios de los proyectos lleguen a la población más necesitada. Esto neutraliza la inversión internacional y nacional. Y los más críticos añaden Volatilidad Política: La falta de continuidad de las políticas de Estado (cambio de prioridades con cada gobierno) hace que los proyectos de desarrollo a largo plazo (que requieren décadas) se interrumpan o se pierdan.
Finalmente, cuando analizamos los desafíos en la Efectividad de la Ayuda, nos tropezamos con dos cosas que la afectan. Fragmentación y Coordinación: Como mencionamos, existen gran cantidad de proyectos, provenientes de distintas agencias (ONU, USAID, BID, países europeos, etc.), que a menudo operan de forma fragmentada. Es difícil para el gobierno guatemalteco alinear y coordinar todos estos esfuerzos en una única estrategia nacional cohesiva. Corto vs. Largo Plazo: Gran parte de la cooperación, especialmente en respuesta a crisis, se enfoca en la ayuda humanitaria o en soluciones a corto y mediano plazo. Las transformaciones profundas (como la reforma educativa, fiscal o judicial) requieren un compromiso de décadas.
Algo que no hemos entendido líderes ni población, es que la cooperación se debe concebir como un complemento, no como la fuente principal o substitución. Si el país no prioriza su propia inversión social y no logra resolver sus problemas de gobernanza, la ayuda externa solo mitigará temporalmente los síntomas. Gracias a esos programas, probablemente los problemas no se agudizan, aunque claramente resalta el hecho de que los proyectos internacionales han sido y son insuficientes para romper el ciclo de desigualdad y exclusión histórica, ya que esto a nivel nacional corresponde a una política pública interna decidida.
La cooperación internacional no ha fracasado en su misión de ayudar, pero sí en su capacidad de transformar un país donde los problemas internos (institucionales, de corrupción y de desigualdad) son demasiado grandes y resistentes. El verdadero «éxito» se ha dicho hasta la saciedad, depende de que Guatemala asuma la apropiación de su propio desarrollo.







