Hace unos días, en una conversación con amigos, alguien mencionó la Inteligencia Artificial (IA) como posible solución al desgobierno. Yo desconocía el concepto de Inteligencia Artificial Generativa (IAG) hasta que una integrante del grupo nos dio un ejemplo: si en lugar de mostrar un dibujo o una foto de un gato, usted lo describe y detalla lo que hace, su auditorio comprenderá y creará una realidad mejor aproximada del animal. Esta analogía ilustra que la IAG tiene la capacidad de crear contenido original y novedoso.
A diferencia de la IA discriminativa (o tradicional), que se enfoca principalmente en analizar, clasificar o predecir información, la IAG utiliza Modelos de Aprendizaje Profundo (Deep Learning), en particular modelos generativos, para aprender los patrones y estructuras presentes en grandes conjuntos de datos.
El potencial de la IAG radica en su capacidad para analizar datos a una escala y velocidad que es imposible para los humanos. Sin embargo, su efectividad práctica depende de factores fuera de su control, como la voluntad política, el marco legal, la calidad de los datos y la ética individual e institucional.
Tras la explicación, se evidenció el enorme potencial de la IAG como una herramienta poderosa en la detección y combate a la corrupción. Sus capacidades, impulsadas por los Modelos de Lenguaje de Gran Tamaño (LLMs) y técnicas avanzadas de Machine Learning, ofrecen funcionalidades cruciales para las agencias anticorrupción:
1º Análisis Masivo de Documentos No Estructurados: Los modelos generativos pueden analizar y resumir rápidamente grandes volúmenes de texto (correos, informes, etc.). Esto permite a los investigadores buscar patrones sospechosos o términos clave que de otro modo pasarían desapercibidos en una revisión manual.
2º Detección de Patrones Anómalos (Detección de Fraude): Pueden identificar comportamientos que se desvían significativamente de las transacciones o prácticas habituales en áreas de alto riesgo, como la contratación pública. Por ejemplo, al analizar licitaciones para detectar patrones anómalos (licitaciones siempre ganadas por la misma empresa o cláusulas inusuales que sugieren acuerdos corruptos).
3º Detección de Sobreprecios y Precios Anómalos: Puede analizar miles de licitaciones y contratos en minutos. Al aprender el precio promedio de un insumo (como un medicamento) en diversos mercados, puede marcar instantáneamente una nueva licitación donde el precio ofertado represente una anomalía de alto riesgo.
4º Generación de Alertas de Colusión: Puede identificar patrones de colusión (acuerdos secretos) entre empresas que siempre ganan licitaciones, o la división intencional de un contrato grande en varios contratos pequeños para evitar la revisión (práctica común de corrupción).
5º Auditoría Continua: En lugar de auditorías anuales, la IAG permite realizar una auditoría continua del gasto y la adquisición, lo que posibilita a los funcionarios detener una transacción sospechosa antes de que se complete.
No obstante, debemos tener claro que la IAG puede señalar la corrupción, pero no puede obligar a un funcionario o a un político a actuar en base a esa alerta. La ejecución legal y la sanción siguen siendo procesos inherentemente humanos. De hecho, aquellos que se benefician de la corrupción podrían oponerse activamente a la implementación de sistemas transparentes basados en IAG.
La IAG es una herramienta poderosísima de vigilancia y prevención, que puede hacer el costo y el riesgo de la corrupción inaceptablemente altos para los delincuentes. Sin embargo, para que funcione, debe estar respaldada por un marco ético, voluntad política, inversión en infraestructura de datos y un sistema judicial independiente que actúe sobre las alertas generadas por la IAG. Es un componente vital, pero no la solución total.







