Cuál es la situación de la tierra guatemalteca en estos momentos
Leonardo da Vinci se afirma que dijo en su oportunidad «Sabemos más sobre el movimiento de los cuerpos celestes que sobre el suelo bajo nuestros pies». Una observación que sigue vigente cinco siglos después. Como señala Capra “En los últimos 30 años, una nueva concepción sistémica de la vida ha emergido a la vanguardia de la ciencia. Se ha dado un nuevo énfasis a la complejidad, las redes y los patrones de organización, lo que ha llevado a un nuevo tipo de pensamiento ‘sistémico’”. En tal sentido no podemos hablar de salud humana sin hablar de salud de la vida y de la tierra.
Hace unos días, entre médicos, agrónomos y biólogos nos planteábamos la falta de las universidades para ofrecer cursos integrados “sistémicos” que permitan una comprensión y preparación mejor al profesional, para resolver los problemas nacionales actuales en todos los campos de la salud en todo sistema de vida.
Preguntas como qué relaciones existen entre el microbioma humano y el microbioma del suelo, incluido el microbioma vegetal como parte de un continuo no se ofertan en las facultades. Tampoco existe preparación para entender vínculos entre las prácticas de manejo del suelo y la densidad de nutrientes de los alimentos para consumo humano y otros efectos sobre los alimentos; información sobre compuestos microbianos del suelo utilizados en el desarrollo de fármacos, como antioxidantes, antibióticos y compuestos con propiedades anticancerígenas; información sobre patógenos humanos transmitidos por el suelo y compuestos microbianos como toxinas; información sobre las interacciones del microbioma del suelo con los contaminantes del suelo que plantean riesgos para la salud humana; y prácticas de manejo del suelo que mejoran los beneficios para la salud y reducen los impactos adversos sobre la salud. Todo se ve por separado y se trata de resolver problemática compuesta, usando el conjunto de disciplinas por separado sin impacto alguno o muy pobre.
Guatemala es un importante productor regional de alimentos, gracias a la abundancia de su diversificación ecológica y climática. Sin embargo, las prácticas de manejo que maximizan los rendimientos, sin contemplar impactos en ello, han causado y están causando pérdidas de materia orgánica, una estructura deficiente del suelo y una capacidad deficiente de retención de agua, y un aumento de cambios en minerales que han sido señalados por numerosos estudios. Bajo esas condiciones desconocidas y poco atendidas, las comunidades microbianas, impulsoras de muchos procesos del suelo, tanto buenos como malos, se han visto afectadas negativamente por el uso excesivo y descontrolado de la labranza, la mala aplicación de nutrientes y los pesticidas. La erosión, acelerada por la labranza y la falta de cobertura vegetal, ha causado la pérdida de muchos millones de toneladas métricas de tierra vegetal han señalado estudios durante los últimos 200 años y si bien la agricultura guatemalteca ha aumentado su productividad en el siglo XX y XXI, mediante la adopción de nuevas prácticas y avances tecnológicos, hay total ignorancia y planificación de hasta cuándo y cuáles serán sus resultados. Además, los costos externalizados para el medio ambiente y la salud humana (contaminación del agua y el aire, pérdida de biodiversidad y aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero [GEI]) causados por muchas prácticas de manejo agrícola son evidentes y graves.
Se están realizando esfuerzos, aunque no los suficientes, para mitigar estos problemas mediante prácticas de gestión que mejoran la salud del suelo, definida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como «la capacidad del suelo para sustentar la productividad, la diversidad y los servicios ambientales de los ecosistemas terrestres de forma sustentable».
Tampoco existe en la actualidad interés en estudios ni atención en educar en determinar si una mejor salud del suelo tiene efectos favorables en la densidad de nutrientes de los alimentos cultivados. Avances recientes han impulsado la exploración de la interconexión de los microbiomas en el suelo, las plantas, los seres humanos y otros animales, y cómo los microbiomas pueden contribuir a la salud de los suelos, así como a la de los seres humanos. Estos avances tienen poca divulgación y a pesar de que podrían conducir a nuevos descubrimientos en interacción entre especies de vida macro y microscópica y de cómo ese conocimiento del suelo, especies y humano, podría facilitar el abordar las amenazas para la salud terrestre, de especies y humana.
Cada vez se vuelve más evidente que la salud de los seres humanos, otros animales, las plantas y el medio ambiente en general están vinculados e interdependientes. Pero la interpretación y la búsqueda de resultados a esos hallazgos se vuelve imposible si no se integran conocimientos y acciones de los muchos componentes del medio ambiente físico y humano que trabajan en conjunto.
Debemos entender que gracias a su capacidad para reciclar nutrientes y carbono, filtrar agua y construir la estructura del suelo y la materia orgánica, el vínculo más obvio entre los microorganismos del suelo y la salud humana reside en que ellos –la biota del suelo en general– es fundamental para la capacidad de los suelos de producir alimentos y procesar residuos químicamente, ambas cosas necesarias para la salud humana, elemento indispensable para la salud humana. Por ejemplo, desconocemos aún mucho del papel crucial que desempeña el microbioma del suelo en la regulación climática, incluyendo la captura de carbono, y la capacidad de los microbios del suelo para metabolizar muchos contaminantes orgánicos en subproductos inofensivos, lo que podría ser un factor de gran beneficio para menguar o hacer desaparecer el riesgo a la exposición de los seres humanos a tóxicos. De ser lo importante y suficiente eso, eso significa una ventaja para la salud humana. Otro ejemplo lo vemos en el hecho de que muchos de los antibióticos y otros fármacos actuales se derivan de microorganismos del suelo. El hecho de que los microbios del suelo también puedan ser perjudiciales para la salud humana se pone de relieve por varios brotes de patógenos transmitidos por alimentos en productos frescos en las últimas décadas, relacionados con suelos modificados con estiércol o compost.
Pero si bien, los vínculos mencionados entre los microorganismos del suelo y la salud humana son ampliamente conocidos, las conexiones entre los microbiomas del suelo y los microbiomas humanos han sido muy poco exploradas. Existe evidencia indirecta de la importancia de la exposición a microorganismos ambientales para la salud humana, especialmente en los sistemas inmunitario, metabólico y nervioso central. Sin embargo, se desconoce hasta qué punto la exposición específica al microbioma del suelo influye en el microbioma humano. A partir de modelos animales, la biodiversidad del suelo parece estar interrelacionada con el microbioma intestinal de los mamíferos; estudios han demostrado que los animales en contacto con el suelo y el polvo tienen microbiomas intestinales con mayor diversidad y riqueza. Se desconoce si esto también ocurre en humanos y si tiene posibles beneficios para la salud humana.
Por otro lado, el microbioma (la comunidad de microorganismos) puede servir como un sistema de alerta temprana para los cambios en la salud, tanto en el suelo como en los seres humanos, pero que la ciencia aún no tiene la capacidad completa para descifrar e interpretar estas señales y descifrar su mejor uso. Veamos algunas formas en que ya usamos esto.
Gran parte de lo que medimos en la sangre, las heces o la orina, está modulado o producido directamente por los billones de bacterias que habitan en nuestro intestino (microbioma humano). En el siguiente cuadro podemos entender eso mejor.
| Métrica Química (Indicador de Salud) | Proceso Microbiano Directo | Vínculo con la Salud |
|---|---|---|
| Ácidos Grasos de Cadena Corta (AGCC)
(ej. Butirato, Acetato, Propionato) |
Fermentación de fibra dietética (carbohidratos no digeribles) por bacterias como Bifidobacterium y Faecalibacterium. | El Butirato es la principal fuente de energía para las células del colon y está asociado con la reducción de la inflamación intestinal y la prevención del cáncer colorrectal. |
| Ciertos Metabolitos de la Bilirrubina
(ej. Urobilinógeno) |
La bilirrubina, un producto de desecho de la hemoglobina, debe ser procesada y conjugada por las bacterias intestinales para su excreción final. | Su presencia o ausencia en heces/orina refleja la correcta función hepática y biliar asistida por el microbioma. |
| Concentraciones de ciertas Vitaminas
(ej. Vitamina K y B12) |
Síntesis directa por especies específicas de bacterias en el colon (Bacteroides y Eubacterium son productores importantes de Vitamina K). | La vitamina K es esencial para la coagulación sanguínea. Aunque la B12 se absorbe en el intestino delgado, las bacterias del intestino grueso contribuyen a su pool metabólico. |
La fertilidad del suelo y su capacidad para sustentar la vida vegetal se miden a través de indicadores químicos que son, sin excepción, el resultado del trabajo de bacterias, hongos y otros microbios.
Finalmente, la reserva de antibióticos y otros productos medicinales naturales en los suelos permanece en gran parte desaprovechada. Se ha caracterizado menos del 5 % de los cientos de miles de sustancias antibióticas que se estima que existen en el suelo. El desarrollo continuo de métodos moleculares y técnicas de cultivo podría ofrecer formas eficientes de cribar los suelos en busca de compuestos medicinales prometedores.
Vínculos entre las prácticas de gestión agrícola y la salud humana
Las prácticas comunes de gestión agrícola han aumentado el rendimiento de los cultivos y la seguridad alimentaria, pero esta productividad a menudo se ha producido a expensas de la salud del suelo, con efectos perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana. Por ejemplo, el uso de fertilizantes sintéticos, ha aumentado considerablemente la producción de cultivos, pero también ha provocado la lixiviación excesiva de nutrientes de los campos agrícolas, lo que a veces resulta en aguas subterráneas contaminadas, floraciones de algas y la producción de potentes GEI que contribuyen al cambio climático. La labranza se utiliza de forma indebida y malamente planificada en muchos sistemas de cultivo y puede reducir la materia orgánica del suelo, suprimir la biodiversidad y aumentar la erosión. El material erosionado puede reducir la calidad del agua, irritar el sistema respiratorio humano y aumentar la exposición a pesticidas y posibles contaminantes que residen en los suelos.
En su nivel más fundamental, las prácticas de gestión agrícola a menudo crean compensaciones entre los muchos servicios que los suelos brindan a las personas (por ejemplo, la producción de alimentos por un lado y, por el otro, la capacidad de los ecosistemas de sustentar la biodiversidad, secuestrar carbono y realizar una miríada de otras funciones que son igualmente, aunque menos obviamente, esenciales para la salud humana).
Antes de principios de la década del 2000, los suelos rara vez se incluían en las evaluaciones de los servicios que los ecosistemas brindan a las personas, más allá de la alimentación y los materiales de construcción adecuados. Desde entonces, se ha reconocido cada vez más que los suelos desempeñan funciones más importantes. En conjunto, estos servicios se han denominado Contribución de la Naturaleza a las Personas (PCN) e incluyen el ciclo de nutrientes; la regulación del agua, el clima y el aire; la supresión de enfermedades; y la creación y el mantenimiento de hábitats, así como beneficios que contribuyen al bienestar cultural, recreativo y espiritual. Por ejemplo, los suelos del mundo contienen tres y cuatro veces más carbono que la atmósfera y la vegetación respectivamente, y desempeñan un papel fundamental en el ciclo global del carbono, actuando como fuente y sumidero.
Las decisiones de gestión influyen en el almacenamiento o la pérdida de carbono en el suelo. La reducción de la labranza, el aumento de la aportación de materia orgánica al suelo mediante residuos de cultivos, la siembra de cultivos de cobertura o cultivos longevos con sistemas radiculares extensos, y el uso de enmiendas orgánicas (p. ej., estiércol, compost y biosólidos) contribuyen a la acumulación de materia orgánica y, por consiguiente, al carbono en el suelo. Además, es probable que estas prácticas reduzcan la erosión y promuevan la biomasa y la diversidad microbiana, la capacidad de retención de nutrientes y agua, y la estabilidad de los agregados. Dichos cambios incrementan los PCN con beneficios directos e indirectos para la salud humana, como la filtración del agua y la mejora de la calidad del aire.
Cómo las buenas prácticas agrícolas mejoran la salud del suelo y reducen riesgos
Las buenas prácticas de manejo agrícola tienen un gran potencial para ayudar a los suelos a suprimir las enfermedades de las plantas, abordando un riesgo importante derivado del suelo.
El desarrollo de suelos supresores de enfermedades es un excelente ejemplo de retroalimentación positiva entre la planta y el suelo. Este proceso beneficia la productividad futura porque las interacciones saludables planta-suelo dejan efectos duraderos.
Se ha comprobado que las prácticas que fomentan la abundancia y diversidad microbiana ayudan directamente a la supresión de enfermedades. Estas prácticas incluyen:
- Rotación de cultivos
- Cultivos de cobertura (o abonos verdes)
- Retención de residuos de cosecha
- Labranza mínima (o cero labranza)
- Adición de compost o estiércol (enmiendas orgánicas).
Riesgos para la salud humana y cómo mitigarlos
Las prácticas agrícolas, junto con la humedad y la precipitación, también impactan en dos grandes riesgos para la salud humana: los patógenos transmitidos por los alimentos y la producción de micotoxinas.
- Patógenos transmitidos por alimentos: Pueden llegar a los cultivos a través de las enmiendas orgánicas (como el estiércol) aplicadas al suelo. Sin embargo, existen prácticas y regulaciones específicas diseñadas para mitigar estos riesgos para la salud.
- Micotoxinas: Estas son toxinas producidas por hongos. La salud del suelo influye en su capacidad para retener nutrientes y agua. Si el suelo está sano, el cultivo sufre menos estrés vegetal, lo que a su vez mejora su capacidad natural para resistir la colonización de los hongos que producen estas toxinas.
Una mejor comprensión de las condiciones exactas bajo las cuales prosperan los patógenos y las micotoxinas es esencial. Este conocimiento nos permitiría:
- Maximizar el potencial de crecimiento de los cultivos.
- Minimizar las prácticas que favorecen el crecimiento de patógenos o la producción de toxinas.
Al lograr esto, se reducirían significativamente las pérdidas de cultivos y las enfermedades humanas asociadas.
Las buenas prácticas de manejo tienen el potencial de ayudar a los suelos a suprimir las enfermedades de las plantas, otro factor de riesgo nacional derivado del suelo. El desarrollo de suelos supresores de enfermedades es un ejemplo de retroalimentación positiva entre planta y suelo que puede beneficiar la productividad futura de las plantas a través de los efectos duraderos de las interacciones planta-suelo. Se ha demostrado que las prácticas que promueven la abundancia y diversidad microbiana, como la rotación de cultivos, los cultivos de cobertura, la retención de residuos, la labranza mínima y la adición de compost o estiércol, promueven la supresión de enfermedades. Junto con la humedad del suelo y la precipitación, las prácticas de manejo agrícola afectan los patógenos transmitidos por los alimentos y la producción de micotoxinas, ambos riesgos para la salud humana. Los patógenos transmitidos por los alimentos pueden introducirse en el suministro de alimentos a través de enmiendas orgánicas del suelo, pero existen prácticas y regulaciones que mitigan los riesgos para la salud humana. Con respecto a las micotoxinas, la salud de los suelos influye en su capacidad de retención de nutrientes y agua y, por lo tanto, en el estrés vegetal, lo que a su vez determina la capacidad de los cultivos para resistir la colonización. Una mejor comprensión de las condiciones en las que prosperan los patógenos y las micotoxinas reduciría las pérdidas de cultivos y las enfermedades humanas al identificar formas de maximizar el potencial de crecimiento de los cultivos y minimizar las prácticas que favorecen el crecimiento de patógenos o la producción de toxinas.







