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De nada sirven los dolores y las pesadumbres. Quien ha adquirido poder, sea por medios legítimos o ilegítimos, lo ejerce sin importarle las vidas, aprovechándose de la ignorancia y la pasividad con la que responde el pueblo. En estos momentos, ejemplo de ello, es la aberrante aprobación de medidas que benefician los bolsillos de los transportistas o los contratos del IGSS. Ambos dictados a expensas de la seguridad vital del ciudadano. Seguramente, quienes serán víctimas de ello, se conformarán con un: “no se pudo evitar”. Pero ¿no es eso cobardía? Y qué decir de lo que ocurre con la justicia, ésta sigue tratando de reforzar los mecanismos para cooptar el sistema en favor de intereses mezquinos.

No admite duda, una vida anímica cargada de tolerancia nos abruma y, ante ello, los planes de aquellas fuerzas que atentan contra el orden constitucional se vuelven factibles por una sencilla razón: ya no solo toca suponer que la población es conformista, sino que, de hecho, permanece dormida y, por consiguiente, no se les opondrá, permitiéndoles todo tipo de repartos onerosos, como los que arriba ejemplifique.

Cabe entonces preguntarse: ¿por qué la gente no frustra esos planes? ¿Por qué no opone resistencia a tales desmanes? ¿Por qué dirige su indignación e irritación hacia los excesos del poder ejecutivo, pero no hacia los del legislativo y el judicial, que también limitan una vida digna?

Un amigo extranjero me brindó respuesta a esas preguntas con el siguiente argumento:  La mayoría de los grandes problemas de tu nación parecen imposibles de resolver, no porque tu gente haya perdido el espíritu nacional, sino porque éste nunca ha sido construido, aunque sí meditado. Solo una construcción genuina de nacionalidad, puede poner en marcha a un pueblo hacia el progreso y terminó afirmándome que, si revisamos con atención la prensa diaria, es difícil encontrar un rasgo de nacionalismo que, con responsabilidad y compromiso entre el Estado y la sociedad, esté contribuyendo a resolver el origen de esos grandes problemas.

No bien concluyó su observación, le insistí a que planteara una posible solución a ello y esta fue su respuesta: Las razones de la falta de interés en un espíritu nacional son muchas, pero la principal es la subyugación a todo lo que huele a poder. Esto impide que la mayoría utilice su pensamiento crítico, llegando al punto que, al faltar este, adquiere realidad el dicho que: “la gente es tan ignorante que ignora el motivo de su odio”.  En cualquier forma, la falta de ese espíritu nacional, impide asumir múltiples responsabilidades y poner en marcha cualquier tipo de moralidad individual o social, el verdadero alimento del espíritu nacional. Entiendo por moralidad: lealtad, piedad filial, bondad, amor y fidelidad por la Justicia, para alcanzar la armonía y la paz. La armonía y la paz –concluyó diciéndome- son los únicos medios para lograr una democracia y, a través de ella, el bienestar de la mayoría.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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