La corrupción nacional y el mal funcionamiento institucional, afectan diaria y profundamente la vida nacional, mientras el público permanece callado, tolerante y complaciente. Esto lleva a una conclusión: existe una creciente indiferencia política en las generaciones, y, según algunos, esta indiferencia es aún mayor entre los jóvenes. Este fenómeno se debe a varios factores, de los cuales mencionaré uno que creo es relevante: la comercialización política.

La mayoría de los guatemaltecos vivimos, de una u otra forma, desencantados con la clase política. Muchas personas, especialmente los jóvenes y quienes tienen conciencia de lo nacional, sienten que los políticos no representan sus intereses y argumentan que estos están más enfocados en sus propios beneficios que en el bien común. Esto genera desconfianza y apatía. Pero —y aquí un psicólogo podría responder mejor—, ¿a qué se debe esa apatía política? En otras palabras, ¿por qué privarse de participar en lo público a sabiendas de que ello limita nuestro bienestar y desarrollo en todos los aspectos?

En mi opinión, este fenómeno se enraíza en nuestra historia social y política. En veinte generaciones que desde el descubrimiento y la conquista han poblado nuestra tierra, lo que han presenciado es el exterminio, la desaparición o la migración de sus líderes; de muchos que buscaron cambios basados en justicia y equidad para el logro de mejores condiciones de vida para todos. Esto ha provocado una apatía política nacional. Fenómeno debido principalmente a la alienación y la pérdida de un sentido de pertenencia a la sociedad, que nunca han tenido las generaciones ni antiguas ni recientes de nuestro territorio. No es de extrañar entonces, que las generaciones jóvenes se sientan cada vez más desconectadas de las estructuras políticas tradicionales, a las que perciben como distantes, corruptas, burocráticas y poco efectivas para abordar sus preocupaciones inmediatas.

Pero hay otro hecho que no pasa desapercibido a los jóvenes: la falta de espacios genuinos de participación debido a la creciente mercantilización de la vida pública. Las generaciones mayores de nuestro medio, en muchos casos transmiten a las jóvenes la idea de que el servicio público es para beneficiarse personalmente a toda costa. Esto lleva a que tanto los funcionarios públicos como la juventud, en lugar de ser y verse vistos como actores políticos activos, sean tratados y acepten el rol de meros consumidores o espectadores. Esta dinámica reduce su interés de involucrarse en asuntos políticos y, en consecuencia, la sociedad guatemalteca no logra sentirse parte de un proyecto político colectivo.

La práctica de comercializar la política desde la conquista, ha llevado a un hecho que es de visibilidad a todos: Falta de resultados tangibles de bienestar colectivo. A pesar de los escritos, discursos y promesas, las generaciones de guatemaltecos que han precedido a las actuales, jamás participaron ni vieron mejoras justas y equitativas conducentes a una mejor sociedad. Esto ha generado la percepción de que participar en política «no cambia nada».

Por consiguiente, dejar que la comercialización de la política impere, ha derivado en corrupción, crisis y un debilitamiento institucional. Los escándalos en el manejo político y la sensación de que el sistema está «podridamente arreglado», lleva a las personas a mantenerse al margen, mientras que los más capacitados optan por callar o migrar.

En consecuencia y como resultado de este erróneo enfoque político, las nuevas generaciones están más enfocadas en atender desafíos personales, como son sus estudios, empleo, vida sexual y digital. Para ellos, en su día a día, la política parece algo lejano o poco relevante. Peor aún, muchos de ellos con acceso constante a redes sociales y noticias, optan por «desconectarse de la realidad» para evitar el estrés que genera la polarización política y social y los males que de ello resultan.

En pocas palabras, dentro de la sociedad guatemalteca, dentro de su vida cotidiana, cada vez se desdibuja más la acción política y el comportamiento político, como parte del marco del derecho y responsabilidad ciudadana y cabe entonces preguntarse: ¿a dónde nos conducirá esto?

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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