Nos embriagamos tanto con el éxito de las protestas del 2015, que nos hemos dormido sobre los laureles, sin reparar que la cosa sigue igual, solo que con distintos actores. Las viejas y nuevas formas de la corrupción, parecen ya no ser motivo de indignación ciudadana.

No es por falta de información sobre el asunto que no actuamos como sociedad. Suficiente es lo que informa la prensa y los medios nacionales e internacionales al respecto. El punto predominante en todo ello es: la indiferencia. El ¿Por qué de la indiferencia? necesita de respuesta clave, porque quienes actúan con impunidad, no lo hacen desde ayer, sino de siempre, con consentimiento tanto del gobierno como de la población.

Por consiguiente, debemos tomar conciencia de que la indiferencia ciudadana ante resultantes de la corrupción como son: la inequidad y la injusticia, obedece a múltiples causas, todas urgentes de analizar y abordar por pueblo y gobierno:

La primera tiene que ver con brechas sociales y económicas entre grupos y con esto me refiero a desigualdades sociales, económicas, ambientales y justicia, que afecta de distinta manera a cada grupo. Como es bien sabido: Según sean los contextos de pobreza, inseguridad o crisis económica, lo son los niveles de preocupación por la supervivencia diaria y según severidad de su atención, por la corrupción, aunque esta última afecte a todos.

La situación de brechas de desigualdad que vivimos, lleva a otro plano el problema de la indiferencia. Los niveles más demandantes de supervivencia, pueden llevar a prácticas corruptas y es evidente que cuando los niveles más demandantes de supervivencia afectan a muchos, la corrupción se generaliza, la sociedad la asimila como algo inevitable, dejando de percibirla como mal grave.

En tercer lugar: cuando la corrupción –como en nuestro caso– se ha generalizado, erosiona la confianza en las instituciones (gobierno, justicia, ministerios, medios). Si la ciudadanía percibe que estas son ineficaces y corruptas, asume que denunciar o actuar es inútil.

En cuarto lugar, la corrupción generalizada genera impunidad sistémica y esto conduce a una justicia selectiva y manipulable en sus dimensiones Legal, Distributiva, Retributiva, Correctiva, Procedimental, Restaurativa e intergeneracional. Esto crea un ambiente político y social de impunidad que no solo desalienta la participación ciudadana, sino que fomenta mecanismos violentos para evadir un sistema percibido como injusto.

Finalmente cabe mencionar la distorsión mediática. Los medios en manos de los corruptos y sus beneficiados, a menudo ocultan, minimizan o descontextualizan los casos y efectos de la corrupción, reduciendo la indignación pública. También puede haber falta de acceso a información en cuanto a causas y efectos.

Desde el ámbito cultural, algunos de nuestros sociólogos han argumentado que nuestra indiferencia es un síntoma más profundo: Como históricamente en nuestro medio la inequidad y la injusticia han imperado en todos los estratos de nuestra sociedad, las personas solo reaccionan ante la corrupción cuando les afecta directamente. De lo contrario tienden a ignorarla.

Frente a lo dicho, debe quedar claro que la indiferencia no significa para la gente aprobación de la corrupción, sino que a menudo refleja frustración, resignación o falta de alternativas percibidas; sobre todo, cuando existe un historial nacional cargado de represalias, muchos por seguridad prefieren guardar silencio.

Por ello, el desafío actual no solo debe enfocarse a la lucha contra la corrupción sino también a romper la indiferencia ciudadana. Esto requiere: superar la polarización política, fomentar la educación y conciencia crítica, demostrar que es posible castigar a los corruptos y que las denuncias tienen efecto.  Solo así podremos reconstruir la confianza y la acción ciudadana.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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