Las tres últimas intervenciones del Presidente me han dejado sorprendido y pensativo. La primera como demostración de una forma honesta y pública de hacer negocios y manejar finanzas, a nivel nacional e internacional (reingeniería del Puerto Quetzal, construcción del aeropuerto, manejo de las finanzas públicas). La segunda, un buen ejemplo de que la justicia no se trata de borrón y cuenta nueva, sino de aplicarla conforme a los dictámenes y cánones de la ley y la Norma (la situación con el MP y el congreso). Y la tercera sobre la manera en que está manejando acontecimientos públicos dentro de marcos democráticos (la huelga de Joviel. —Aclaro: no es la huelga del magisterio). En todo ello, resulta evidente la confianza del Presidente en su gente.
Justicia, equidad, trabajo social, honestidad, son funciones de gobierno que se comportan como una “matrioshka”, una caja de muñecas rusa que funciona como espacios vacíos que van siendo ocupados por muñecas según su tamaño. Las instituciones del Ejecutivo, están interconectadas dentro de un espacio llamado sociedad, y son sus interacciones —cada una con espacio y vida propias— lo que da sentido al Estado, a sus instituciones y al cumplimiento de sus obligaciones.
Creo que, a través de sus mensajes —aunque aún falta claridad—, el Presidente ha intentado mostrar al Estado como una inmensa matrioshka; una institución que alberga múltiples instituciones, las cuales actualmente no están ordenadas correctamente. Para lograrlo, es necesario definirles el tamaño, objetivos y metas. Sin embargo, si no se articulan entre sí: espacios y fines diversos. Y no se enfocan en causas comunes como la lucha contra la corrupción, la injusticia, la honestidad y eficiencia en el trabajo, el proyecto institucional que se pretende, no avanzará.
Debemos tener claro que la muñeca que contiene a las demás, la más grande es la Constitución. Esta se reviste del mensaje inscrito en sus normas y procedimientos para que todos cumplamos, trabajemos y actuemos. Encierra dentro de sí el tamaño y contenido de la segunda: el pueblo, receptor de mandatos y obligaciones de la primera, así como del fruto de la ejecución de las siguientes. La tercera es la dirección (la presidencia) con un actuar sostenido en un profundo código de ética, técnica, ciencia y finanzas, y debe guiar a los líderes de la siguiente (las direcciones ministeriales) y desde ahí a las demás (unidades ejecutoras).
En mi opinión, los últimos mensajes presidenciales –insisto con falta de claridad aún– intentan enseñarnos y mostrarnos que están tratando de reencausar instituciones desperdigadas y mal configuradas en tamaño, diseño y fines, llenas de “sensores” y “receptores” situados convenientemente y enfocados a un beneficio de intereses personales: es decir, corrupción, estafa y beneficio individual a toda costa.
Así, bajo un concepto de Democracia y Estado alejado de lo emocional y del tradicional concepto de transformar a través de la violencia y agresión, la presidencia intenta ordenar las instituciones para construir un Estado justo, equitativo y de todos, con espacios que prioricen causas comunes: lucha contra la corrupción, honestidad y eficiencia en el trabajo.
¿Es eso realmente lo que está haciendo el Presidente? Aún tengo mis dudas. Sería bueno que, en un mensaje a la nación, el Presidente expusiera con más claridad las bases de su visión, la dirección de su actuar y lo que espera del pueblo. Vale en tal causa, recordarle al Presidente y al pueblo, las palabras de Bolívar: “Cuando se trata de la salud de la patria, todos los demás afectos deben callarse”.
