Escuché sobre ello en la década de los ochenta, en un simposio sobre problemática social y salud. Fue un diálogo entre el Dr. Carlos Estrada Sandoval y el Dr. Orlando Ranferi Aguilar.
–Entonces, Carlos ¿Cuál es el problema más grande del país?
–La desconfianza Social y política – Respondió Orlando
–Sí, pero…
–¡Mira, Carlos! ambas son complejas y surgen por múltiples causas, tanto históricas como contemporáneas. Históricamente, desde la colonización hasta hoy, ladinos e indígenas han visto nuestras instituciones –públicas y privadas– como corruptas (tráfico de influencias, sobornos, malversación de fondos). Esto erosiona la confianza en los líderes y en el sistema, tanto público como social.
–Eso solo es parte del problema, estimado Orlando. A eso que alimenta las desconfianzas se llama impunidad: falta de castigo a los culpables, que refuerza la idea de que las leyes valen un comino, pues no se aplican con justicia. Por otro lado, la impunidad tiene hermanos: la desigualdad y la exclusión. Las grandes brechas entre ricos y pobres generan resentimiento, percepción de injusticia y falta de acercamiento social. Los grupos marginados (por raza, género, clase) suelen desconfiar de un sistema que los excluye. Los grupos poderosos de posibles robos y escamoteos por las mayorías. De tal manera que los gobiernos lidian a diario con desconfianzas y su polarización; lo que indudablemente produce gobiernos inestables, fraudes electorales, corrupción y líderes y dirigentes autoritarios, que abandonan la defensa de la democracia y el desarrollo, en aras de privilegios y componendas.
–¡Tienes razón, Carlos! Eso debilita la credibilidad en la democracia y aumenta inequidades conduciendo a una polarización extrema (ej.: enfrentamientos ideológicos y físicos) que dividen a la sociedad y promueve desconfianza entre grupos. Pero hay algo delicado y que alimenta la desconfianza también: Los medios de comunicación y la desinformación. Noticias falsas y sesgos mediáticos, distorsionan la realidad, creando escepticismo. Las redes sociales amplifican rumores y teorías conspirativas, dificultando distinguir la verdad.
–Entonces, Orlando, ¿la violencia social y política no es causa, sino efecto?
–¡Así es Carlos! Nos agobia la desconfianza, nos ahoga la inseguridad; altos índices de delincuencia, crimen organizado, abusos policiales, hacen que las personas desconfíen tanto los unos de los otros, como de las autoridades. Y si a eso sumas el fracaso de implementación de políticas públicas, servicios básicos ineficientes (salud, educación, transporte) o promesas incumplidas, obtienes frustración. Ejemplos al respecto hay muchos: crisis económicas, manejo inadecuado de la salud, ignorancia, clima laboral hostil. Además, esa violencia ha sido más marcada en los indígenas. Experiencias pasadas de dictaduras, guerras o colonialismo, han dejado secuelas de desconfianza en la organización de los pueblos mayas y consolidado una cultura de desconfianza hacia extraños y gobiernos.
–Pero demos nombres a la situación –Orlando. Todas las situaciones que hemos mencionado, han dado lugar a una subsistencia en pos de un individualismo y ruptura del tejido social y ello a la pérdida de valores comunitarios y a un exceso de competencia, en lugar de cooperación. Todo ello ha logrado debilitar los lazos sociales. Ese aislamiento individual, una vida cada vez más anónima, reduce la empatía, debilita la acción colectiva para resolver problemas y la participación ciudadana (ej.: baja votación en elecciones) y fomenta el cinismo y la apatía política. Por tanto, considero que, en estos momentos, no hay alternativa política y social que revertir la situación planteada. Esto exige:
- Gobiernos trasparentes: empresas que rindan cuentas.
- Justicia equitativa: combatir la corrupción y la impunidad.
- Educación cívica: fomentar valores de cooperación y pensamiento crítico.
- Medios responsables: periodismo ético y regulación de la desinformación.
Este diálogo muestra claramente que la desconfianza no surge de la nada; es resultado de fallas sistémicas. Reconstruirla requiere tiempo, esfuerzo colectivo y cambios estructurales.