No escribo la presente nota con el afán de defender al presidente o funcionario alguno, lo hago movido de indignación y con mucha duda sobre la manera en que nos gobernamos y hacemos ciudadanía.

Todos queremos y luchamos por un mejor bienestar propio, dudo que muchos lo hagamos pensando también en el prójimo y por consiguiente, esa tarea de poner esfuerzo y sacrificio en ello, se la dejamos a otros y aceptamos su interés y decisión en ello, siempre que no toque nuestro desear e interés.

Para no ir más lejos, elegimos a un presidente, funcionarios locales, para que dirijan ese bienestar de todos, mal llamado público y aunque no hayamos votado por ellos, es deber basado en el sentido común, que todos apoyemos, participemos y vigilemos su gestión y es deseable que para que eso se dé, existan espacios democráticos. Eso no va del todo con el trabajo ciudadano del guatemalteco, “queremos la papa pelada”.

Dialogar no significa enjuiciar y violentar y en su recto sentido, va desde pedir explicaciones hasta negociar acuerdos y adoptar responsabilidad de cumplimiento en ellos. Sin embargo, con harta frecuencia ante decisiones de gobierno, lo que hacemos es murmurar, descalificar e incluso violentar y ese comportarnos no es más que una muestra de que no reconocemos liderazgo ni tampoco aportamos a que este sea fuerte, más bien, le buscamos tres pies al gato para derribar. Es claro en este momento, que ni como pueblo ni como gobierno, hemos sido capaces de negociar la transición de una era cargada de injusticias, limitaciones, robos y estupideces, a una de más civilización en todo sentido y que sea de beneficio a la mayoría.

Voy a ejemplificar partiendo de un caso reciente y en ello se impone una pregunta ¿por qué un seguro contra terceros al vehículo? En buena parte, porque muchos somos incapaces de respetar la vida del prójimo cuando vamos conduciendo y porque cada vez menos nos importa la vida del prójimo. Nos sentimos autorizados a violar cuanta ley se nos atraviesa si afecta nuestros deseos, satisfacciones e intereses. Las violaciones a las leyes de tránsito son un buen ejemplo y cuando se nos agarra infraganti en ello, brota de nuestra garganta –dudo que del cerebro- toda una serie de justificaciones de lo más estúpido sobre nuestro actuar.

Pero en esto también hay un componente ético y moral que nos pone al descubierto. Nos duele aportar treinta o cien quetzales mensuales con el fin de que una vida pueda salvarse o quien sabe podernos beneficiarnos nosotros mismos de un resarcimiento; pero en parranda y otras superfluas satisfacciones, en eso no escatimamos gasto, incluso nos endeudamos.

Creo que muchos aún no entendemos y quizás también muchos sí pero no aceptamos, que la democracia se sustenta en el diálogo y la participación de todos y en esto es una obligación de cada uno informarse, plantear, concluir, recomendar y participar en enderezar; pero estamos acostumbrados a que los fracasos de todo lo que pasa es del Estado y jamás vemos que para que la vida de ciudades y aldeas prospere, solo se puede dar en los Estados en que sus autoridades van de la mano con la ciudadanía, para generar la base de una sociedad y economía generativa y sostenible.

Insisto en que no defiendo al gobierno ni al presidente, hago observaciones en este espacio, a partir de que son miles de muertes y aún más miles, los lesionados que quedan con impedimentos ellos y sus más cercanos, no producto de mal estado de las carreteras, sino de conductas antisociales ciudadanas y negligencia de funcionarios, dejando sin resarcimiento y con necesidad de este a muchos, sin responsabilizarse ninguno de resarcir el daño cometido por imprudencia y conducta antisocial.

También estoy claro que el gobierno podrá incentivar y exigir, pero eso no resuelve de la noche a la mañana comportamientos mal aprendidos y puestos a funcionar por décadas. Estoy claro que un real acercamiento a la solución del problema vial relacionado con la vida humana, necesita de un pensamiento político y social amplio para diseñar e implementar soluciones y en estos momentos una forma de obrar en eso en conjunto es muy escasa,  pero soluciones parciales pueden generar muchas veces buenos resultados.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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