A lo largo de la historia, médicos, enfermos y ciudadanos de distintas épocas y lugares, se han dado cuenta que las enfermedades van y vienen por razones misteriosas, pero en la actualidad, cada vez menos sus causas nos resultan misteriosas. Yo diría que igual cosa sucede con los políticos y la política y en uno y otro caso, el resultado es el mismo: daño y muerte. Hay otro fenómeno observable en políticos y enfermedades; cada vez que un tratamiento termina con una enfermedad, no tarda en aparecer otra que causa igual o más daño o muerte. Igual sucede con los políticos y su ideología; hoy son unos, mañana otros; hoy pasamos de una forma de pensar político y mañana a otra, siendo la manifestación de los males siempre el mismo: desigualdades, inequidades e injusticia social y propiciando muchas veces el deterioro ecológico. Al igual que las enfermedades, en lo político todo consiste en substituciones, causando esa secuencia, el mismo resultado: estragos y no hace falta poner ejemplos de ello, basta tomar periódicos de distinta época, ojearlos y se llega a una: todo se repite en nuestra historia patria, repeticiones continuas de desolación y muerte en lo social, en lo natural, en lo político y económico; todo ello en ciclo, aunque sea a veces con más o menos intensidad.
Ante ese escenario de flujos y reflujos, exceptuando quizá a la generación próxima a extinguirse, aunque dentro de ella de tarde en tarde encontramos excepciones, somos hombres y mujeres crédulos. Creemos en optimistas profecías que surgen en medios de comunicación y redes sociales, según las cuales las enfermedades serán eliminadas al menos tan pronto como aparezcan y se detecten, cosa que ha mejorado notable pero notablemente y esa creencia va seguida de otra aún más esperanzadora: que como produciremos humanos inmunes a todo, en consecuencia, se puede predecir vidas prolongadas a voluntad. En políticas y políticos, también existen profecías triunfalistas; desde máquinas llámense inteligencia artificial a robots que gobiernen, vigilen y controlen conducta, hasta sistemas únicos de gobernanza eminentemente de ordenamiento de bienes colectivos y de experiencias de consumo, sin atascos de contradicciones, controversias y contrariedades; produciendo costos de bienestar por debajo, muy por debajo de ventajas egoístas y eso aunque cueste millones de vidas el implementarlo, cosa que no es de esperar en el control de las enfermedades y en esto: ¡Finalmente una diferencia entre enfermedades y políticos!, los logros alcanzados en el combate a las enfermedades son casi milagrosos. En políticas, ideologías y políticos eso no sucede así pues cambian personas, instituciones, leyes, pero no conducta humana y entonces: los problemas y necesidades siguen siendo los mismos y con altos costos de vida.
El emitir tal tipo de aseveración sobre un futuro inmortal o casi inmortal para la humanidad, nos olvidamos de algo. El universo se rige por leyes, la mayoría de ellas muy inflexibles y algunas dentro de ese universo como las biológicas, permiten cierta flexibilidad y por consiguiente mayores cambios y movimientos. En cambio las que son producto de la mente y su accionar humano, engendran todo tipo de cambio en el universo y la vida y es entonces que debemos sobreponer al principio profético de nuestro futuro humano, una incógnita a nuestro porvenir, dado que esas flexibilidades humanas en normas y comportamientos, dan lugar a que antes de que se acabe un problema, que este se haya resuelto, ya está apareciendo o próximo otro y muchas veces derivado del propio control del primero, pues el mundo de los deseos, de ambiciones humanas pareciera infinito. La interacción entre naturaleza y mundo social siempre se nos adelanta, siempre va delante de las modalidades de porvenir que podemos imaginar, incluso que estamos creando.