La gran verdad con el celular es que no tiene nada que ver con los grandes temas de la vida y la muerte. No le sirve a quien investiga sobre los grandes problemas del hombre ni a quien se estruja el cerebro sobre Dios –escribía hace unos años Umberto Eco. Pareciera que el uso del celular nos aleja de los hechos y nos acerca a interpretaciones de por sí muchas veces mal fundamentadas. En realidad, antes nos comunicábamos menos y sabidos de lo que hablaríamos, ahora parloteamos más y escribimos aún más. Y cosa curiosa, antes se escribía con una mano, ahora se hace con las dos.

Y ya que hablamos de curiosidades, antes se salía de casa y se andaba por ahí con las manos vacías; ahora andamos con un gigantesco fichero, biblioteca, diario de vida propio y ajeno todo ello cargado con felicidades e infelicidades que van y vienen.

De tal manera que el celular nos sirve tanto para escribir como para hablar. Para ver y oír; para mostrar y mostrarnos no como somos necesariamente sino como queremos y pretendemos ser en cuerpo, alma y pensamientos. Y en medio de ese mundo de palabras y escrituras, cada vez más son superadas y echadas a la basura por fotografías e ideogramas. Por consiguiente, pareciera que no se equivocan los que afirman que el celular se ha convertido en nuestra agenda de vida que propicia desde una transformación de lo que debemos de ser, palpar, sentir, huir, acercarnos, creer, admirar, hasta una maqueta para crearnos, creernos y transformarnos. El celular procesa todo y deja muy poco a la imaginación y puedes sacarle todo tipo de información. Es tu hermano mayor que te guía y en mucho incluso construye destino, a tal punto que incluso mueve la sexualidad también. Siempre anda detrás de ti y a la vez en muchas cosas por delante. De tal manera que podemos decir que es a la vez, maestro, esposo, amante, consejero; de lo que no sabemos es de qué calidad.

El celular marca destino. Nos convierte el mundo verdadero en fábula y nos motiva a cosas como viajar más, curiosear, chismear, jugar sin movernos tanto, volvernos más dependientes del buen comer, la moda, la diversión, la imagen, el sonido, aunque agita mucho menos el reflexionar. Convive más con nosotros que persona u objeto alguno y es el que más nos altera el ánimo.

Pero el celular tiene cosas un poco ruines. Digamos que al igual que el cigarrillo y el alcohol, nos puede sigilosamente conducir al libertinaje. Celular y tarjeta de crédito son caros hermanos, son gemelos y ambos nos aceptan sin chistar o reclamar nuestras apuestas fraudulentas contra nosotros mismos. Se ha convertido “sin leipa” o si usted prefiere, sin obligación alguna de su parte guiando nuestra agenda de vida o si se prefiere el constructor de esta. Nos enmarca toda una transformación de verla, de lo que debemos ver y cómo, de lo que debemos palpar, sentir, creer, admirar y también nos enmarca el tiempo, lugar en que debemos actuar y prestarle atención a las cosas, personas y situaciones. El celular procesa todo lo que está dentro y fuera de nosotros y nos presenta y construye toda una vida social propia y ajena. En realidad es a la vez constructor y destructor de nuestra vida social y puede metamorfosear nuestra personalidad a la vez que nuestra figura, llevándonos a toda clase de felicidades e infelicidades.

El celular es y provoca todo tipo de reacciones, si nos dice “no hay cobertura” nos intranquiliza, si nos indica “la persona que llama no está disponible en este momento” inmediatamente nos hace sentir solos, frágiles, abandonados, así estemos rodeados de cientos de personas.

Realmente podríamos pasar horas hablando del celular. Estamos en la era del celular, ya que vivimos atados y pendientes la mayoría de nuestro tiempo de él y mucho de nuestro accionar se rige por él y en estos momentos, es el instrumento de menos desigualdad en su propiedad, de los que ha construido el hombre.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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