Infidelidades y traiciones han existido siempre dentro de los que ejercen autoridad y los funcionarios públicos. La actuación de la justicia y sus dictámenes es parcial, débil, frágil y en lo correctivo nula y tardía. El legislativo trabaja a razón del mejor postor y en busca de ventajas individuales. Todo ello resulta de grandes limitaciones y se torna preocupante para el progreso y el bienestar de la mayoría a la vez que deja lejana la llegada de un cambio de estructuras y funcionamiento del Estado, que ya no sirve para resolver las situaciones indebidas sociales, económicas y ambientales que aquejan a la nación.

Hay que tener claro que a pesar de discusiones y mandatos aceptados en foros nacionales e internacionales sobre los temas que aquejan la democracia y desarrollo de la nación, un cambio de dirección que obligue a ello aun no se produce ni parece estar en camino. Pero lo más trágico es que la denuncia y la crítica no se oficializa en protesta valiente y de gran alcance y por lo tanto no cabe esperar la acción justa y pronta para remediar.

El espíritu social del guatemalteco no es combativo, señaló muchas veces Miguel Ángel Asturias en sus escritos; es de resignación y conformismo. Es un observador mudo con la creencia de que la solución vendrá de fuera o bajará de los cielos y por consiguiente, lleva mucha verdad que dentro de nuestra literatura y ensayo científico se nos tache de inútiles, ineptos, insubordinados, insatisfechos, rencorosos; que se yo: de lo peor para interpretar nuestro papel ciudadano; de no tomarnos la molestia de poner orden y aceptar las consecuencias de hacerlo. Nunca hemos tomado en serio el dicho de que un verdadero amigo no es el que te enjuaga las lágrimas, sino el que impide que las derrames.

En consecuencia, no es de extrañar que a diario los medios de comunicación señalen crisis de valores morales. Hay crisis en el Estado en cuanto subastan puestos en todos los niveles de la institucionalidad y adquisición y manejo indebido de recursos. Hay crisis ambientales en cuanto hay una explotación desmedida y desordenada del ambiente. Hay crisis en cuanto a falta de observancia y cumplimiento de la ley. De manera que, tanto dentro de la sociedad como del gobierno, se mueve gente que vejeta cómodamente instalada y acosta del bienestar de otros y muchos secundando ello, vegetan conformándose con sobrevivir. La consecuencia de todo esto es una indolencia hacia lo que suene y signifique cambio, una falta de motivación por algo mejor e iniciativa para lograrlo. Todo lo aplazamos. Miseria e imperfecciones son visibles en instituciones e individuos y poblaciones, en dirigentes e insubordinados y lo más irritante es que todo eso sucede en un mundo lleno de posibilidades y de recursos jamás imaginado, dejando que la mezquindad se haga presente por décadas y que los instintos dominen y perseveren como fermento del vivir, olvidándonos del pensamiento y su accionar. ¿Retrocedemos? Quién sabe. Crisis de valores en la autoridad, en la sociedad, todo enmarcado dentro de una injusta retribución y distribución. Lo único que surge de ese caos son rumores incontrolados, el chiste sarcástico y distorsionador que deja a la sombra la verdad, mostrado a plena luz los inconformismos y a la vez ocultando todo compromiso y responsabilidad. Alguien sabiamente dijo que la burla calma y hace caer en lo grotesco e inmovilidad. De esa manera, las apariencias se vuelven más importantes que la esencia y ésta no se toca.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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