Algunos hablan del cambio climático. Otros de otra pandemia, los hay que argumentan parálisis de las comunicaciones. Todo conduciendo a lo mismo: exterminarnos, adelantar las manecillas del reloj del hombre sobre la tierra, por medio de catástrofes de origen humano. En nuestro medio y a otra escala se suma: la situación política y financiera que no se estabiliza; una economía frágil y en buena parte basada en narcotráfico, remesas y contrabando; un clima cada vez con más variantes. Todo ello continúa sosteniendo a ricos y pobres y cada quien con su estilo peculiar de vida sin procurar alterar orden alguno. Todo eso plantea interrogantes profundos y es para poner a temblar a cualquiera.
Pero la guerra nuclear ¡eso es otra cosa! Su mayor riesgo: la guerra en Ucrania y el conflicto de Gaza han entrado en otro año de vida, con una equivocada apreciación en todos los bandos de que pueden ganar sin percatarse que con ello han erosionado las normas de conducta internacional, y creado una variedad de riesgos globales, dentro de los cuales el más temible es el holocausto nuclear y este, al igual que todas las guerras, su producción no se guía por la razón sino de las emociones que desencadena la lucha por poder, ambiciones de dominar, conquistar y saquear. Y lo peor de todo ese mundo pasional, es que las amenazas apenas veladas por los bandos de usar armas nucleares, recuerdan al mundo que la escalada del conflicto, por accidente, intención o error de cálculo, es un riesgo terrible. Es más que evidente que el último tratado de armas nucleares que quedaba entre Rusia y Estados Unidos, New START, ya no está pendiente de un hilo y es más que evidente que, aunque este tratado expira en el 2026, ya el correcto control de las inspecciones mutuas ha desaparecido y la desconfianza ha crecido. Por lo tanto, todo parece indicar que se ha estimulado una carrera armamentista nuclear y aumentado la posibilidad de un intercambio de ese tipo.
Una cantidad de epidemias existentes en estos momentos a lo largo y ancho del mundo puestas en el limbo, amenazan con estallar en cualquier momento a pandemias, sin que la sociedad alguna esté preparada para enfrentarlas y a ellas se suman los conflictos bélicos alrededor del mundo con sus millones de desplazados. Todos esos males son fuertes contribuyentes del caos económico y financiero en que ha sumido la pandemia y guerras al mundo a tal punto que las naciones han menguado los esfuerzos globales para combatir el cambio climático y realizar adecuadamente un ordenamiento justo y equitativo de sociedades y economías.
De tal manera que cada vez más va en alza el elemento pasional mundial que eleva la posibilidad de un enfrentamiento lleno de dispersión radiológica, armas químicas y biológicas, todo ello enmarcado dentro de un flujo continuo de desinformación proveniente de todas partes. Pareciera entonces que conflictos bélicos, cambio climático, epidemias y pandemias, obstaculizan de manera profunda todos los esfuerzos internacionales para abordar preocupaciones globales y que nos encaminamos a enriquecer una crisis que ya ha estallado y que ya afecta social, económica financiera y climáticamente a todo el globo.