El reciente accidente de bus nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre los muchos errores y problemas que suceden en nuestra vida diaria, los cuales, basados en una cadena de irresponsabilidades, culminan en tragedias. Esta red de irresponsabilidades, es a su vez, producto de la incomprensión, la falta de conciencia y de práctica. Décadas atrás, el eminente físico Fritjof Capra señaló que: “El comportamiento de cada individuo en el hogar, el trabajo, el poblado, la nación, depende del comportamiento de muchos. El éxito de toda comunidad depende del éxito de sus miembros individuales, mientras que el éxito de cada miembro, depende del éxito de la comunidad”.
Analizado el reciente busazo a la luz de lo mencionado anteriormente, arroja que todos somos culpables del mismo y podemos ser considerados, en su aspecto más general, de homicidas culposos producto de irresponsabilidad de unos pocos y la indiferencia, tolerancia y el incumplimiento de muchos. Esto ocurre en la sociedad guatemalteca marcada por el irrespeto a todo lo que implica el cumplimiento de la ley. Lo que hace presuponer que, en la mayoría de las personas, hay errores de percepción sobre lo que deben interpretar y en consecuencia sobre lo que deben hacer.
Por consiguiente, como bien lo señalaron los medios de comunicación en días pasados, un busazo es el resultado de una red de acontecimientos cuyas consecuencias no pueden imputarse a una causa-efecto lineal, y en consecuencia, el único responsable no es el piloto. Son múltiples las relaciones sociales que propiciaron el accidente. Se trata de una amplificación de redes causales conectadas, que involucra a propietarios, choferes, autoridades y pasajeros.
La red social guatemalteca la rige una inmensa planicie de leyes con límites indeterminados, cuyo incumplimiento individual y colectivo hace que pululen toda serie de adversidades, llevando a hombres y mujeres a vivir inmersos en una atmósfera de violencia, agresiones y sin dignidad humana, creando una atmósfera “oscurantista” en cuanto a cumplimientos y responsabilidades.
Solo una comprensión y atención global y completa a la red causal que monta problemas como los busazos, puede permitir la organización y construcción de ciudadanos responsables y comprometidos en darle viabilidad al principio externado por el físico Capra, a saber: crear un verdadera interdependencia a favor del bienestar de la mayoría; una verdadera relación para sostener una vida digna y humana, en lugar de dejar que prolifere el azar y el voluntarismo tal como: la codicia y deshonestidad manifestada muchas veces por los dueños de buses; un mal uso del poder en manos de lo económico y las pasiones como el de muchos pilotos. Todos ellos valores tergiversados. La vida no se apoderó de la tierra mediante el combate de pasiones. Lo hizo mediante la creación de redes vitales ajenas a la competencia, expansión y dominación, siguiendo patrones de colaboración, conservación y asociación, que permite la creación de una red de relaciones de beneficios mutuos y dentro de límites de tolerancia y respeto entre especies.
No estoy hablando babosadas. Estudios en todo el mundo señalan que entre el 70 y el 80% de accidentes de tránsito, se originan de factores humanos y no como usualmente se nos hace creer: de “fallas mecánicas”. Claro que en la red causal, el actor final del evento suele ser una máquina con desperfectos y el chofer con su estrés, su inhabilidad y mala conducta al conducir. Pero el desastre final, no es más que la conjugación y suma de errores previos, que inciden sobre la máquina y su operario. Una suma de transgresiones; todas ellas conductas aberrantes que deben corregirse y no prestar solo atención al final: falta de prudencia, exceso de velocidad, falta de controles al estado del bus, competencia, violación a las leyes de tránsito, que finalmente culmina en muertes, la mayoría de ellas evitables. Un trabajo en sólo un sector de los causales es poco provechoso. Un trabajo solo del Estado lo es igualmente. Evitar busazos, es trabajo de todos.