Unos buscan la felicidad y otros la ofrecen; he ahí el dilema: la felicidad con su fin último de evitar el sufrimiento, el dolor y la muerte, se enfrenta a estados y situaciones biológicas naturales que, sin embargo, son emocionalmente inaceptables. En la actitud de resolver ese dilema, los pueblos que claman un “dejadme ser feliz” adoptan una postura de obtener, y no siempre de dar. Hoy el juego de recibir y entregar se oculta bajo una nueva configuración, y ningún gobierno ha logrado romper la relación de beneficios que se establece a expensas de otros, ni equilibrar la balanza entre sus ciudadanos, en esta búsqueda de la felicidad. En este momento histórico, lo más triste es la fuerza y la sinrazón que emplean aquellos que, en el mundo, disfrutan de mayor satisfacción, así como la falta de atención a las consecuencias que esta conlleva para el futuro de la humanidad.

Actualmente, un nuevo presidente ha asumido el mando del poder en Estados Unidos y se presenta con un nuevo discurso sobre la felicidad, el bien y el mal, e incluso sobre las pasiones los deseos. Todo ello conectado hacia un objetivo: conquistar y regentear bajo el argumento de que lo que es bueno para Estados Unidos lo es para el mundo. Este principio que también genera dudas y angustias en buena cantidad de ciudadanos estadounidenses, plantea preguntas de un cómo, por y para qué. Es claro que todo ser humano persigue la felicidad, y todo gobernante debe facilitarles ese objetivo a sus ciudadanos. Sin embargo, a estas preguntas se suma la más importante a la especie humana: ¿a expensas de qué? Su respuesta genera temor universal.

Cuando uno analiza el discurso del nuevo gobernante americano, no puede evitar sentir temor hacia dos cosas: que esta se logre a expensas del rompimiento de su Constitución y de la naturaleza de formas de pensar, organizarse y vivir, lo que conllevaría a un empobrecimiento de otros; a una deshumanización dirían los filósofos ante el desgarramiento de otras formas de vivir y comprender. Esa metáfora desgarradora se acompaña de otra: la superioridad de unos sobre otros, que a su vez va acompañada de la justificación del uso de lo ajeno (empoderamiento injustificable) en favor propio de unos, aunque eso represente para el resto muerte y dolor. 

La situación política, social y ambiental mundial actual no se puede plantear ni buscarle solución en términos simplistas, especialmente en el término simplista que Trump pretende y ofrece: construir a través de la negación del otro. Jamás y la historia de los imperios es buena lección de ello, la construcción y satisfacción de la esperanza del mundo ha seguido ese patrón; más bien, ha sido la causa de la caída de los imperios, y bajo la situación actual, tal actitud imperialista puede ser el engendro de una monstruosa catástrofe.

Homo homini lupus: el hombre es un lobo para el hombre. Este es un argumento esgrimido por quienes pretenden regir el destino de la humanidad; ese es un aforismo, una subestimación que se usa para justificar una fuerza que atenta contra los derechos de los demás. La sociedad en su conjunto y su actuar son el único factor determinante para su desarrollo continuo y los gobernantes muchas veces y desgraciadamente, no tienen una actuación tan inofensiva como el animal rapaz siendo más peligrosos que él. 

En estos momentos la competencia entre los gobiernos poderosos, creyéndose los paladines de la humanidad, reacciona directamente y sin razonamiento sólido, como nunca antes se había visto, contra la fuerza eternamente estimulante curativa del ambiente y la sociedad, destruyendo todos los valores creados, con un puño tan diabólico e impávido, que su tarea se atiene y apunta casi exclusivamente a las consideraciones comerciales, ciegas a verdaderos valores.

La hora de elegir del ciudadano no está solo  en las urnas. Hemos presenciado en el siglo pasado dos guerras y la gran pregunta actualmente que se hacen esas viejas generaciones que aún las recuerdan es si acaso no continúa la misma gran guerra, el mismo y único proceso de un mundo en vías de refundición o de desintegración. Todo parecía perfectamente terminado al final de la segunda y he aquí que en estos momentos, todo vuelve a empezar. 

Y entonces en el fondo de cada uno de nosotros se forma la misma angustia, y desde lo más profundo de nuestro ser asciende el mismo desasosiego: creíamos que sabíamos cómo hacernos mejores y no ha ocurrido. Un gigantesco determinismo nos arrastra invenciblemente en círculo y hacia abajo, lleno de discordias que renacen sin cesar y brotan por todas partes de la Tierra. Así pues, nuestras esperanzas de progreso, quién sabe a dónde habrán ido. 

Todos estamos inundados por una naturaleza devastada y trasformados en una humanidad que no sabe si seguir y cómo hacerlo. Una vez más, al hacer este balance y esta revisión en mí, no me cabe más que decir que es de cándidos afirmar: “No pasa nada” o dejar sin advertir que algo se avecina. Aunque ese algo a veces se llena de Esperanza, casi siempre viene cubierto por lo trágico. De tal manera que las bases de una fe en el porvenir, la mayoría la tenemos aún dentro de los zapatos.

En estos momentos, las razones que tenemos para creer en un éxito final del hombre, son de un orden muy inferior a todo lo que pueda ocurrir y está ocurriendo. No sabemos incluso se estamos ante una enfermedad mortal; solo estamos ante un padecimiento que es posible de percibir, pero aún ignoramos cómo controlarlo. Han sido precisos centenares de siglos para que el hombre poblara la Tierra y la cubriera con una primera red de su pensamiento, sus ideales, sus técnicas, su ciencia y ha trabajado por milenios para construir. Pero en este momento, la humanidad se organiza en flotantes núcleos sólidos que irradian odio entre ellos; son elementos que no solamente se han multiplicado, sino son más beligerantes y están bélicamente mejor equipados para destruir. Si no nos abocamos en una unidad de conjunto, que vaya más allá de un proceso económico y psicológico de “soy mejor que tú” dejando a la mayoría ajena a la felicidad, estamos condenados a desaparecer.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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