Creo que ni los asesores presidenciales, ni el partido Semilla, ni muchos de los leguleyos, han logrado entender la diferencia entre estos dos términos y su importancia en el actual gobernar. De ello depende un futuro político y social mejor para la nación.
Tomemos como ejemplo lo que hace un médico con un paciente de cáncer. Su objetivo es detener la enfermedad, extirparla y erradicar su posible reaparición. Sin embargo, antes debe abordar lo urgente: aliviar molestias, restituir funciones vitales y realizar un diagnóstico preciso para establecer el mejor tratamiento.
Dentro de este proceso, primero se detiene la difusión del cáncer a otros órganos y se aplica un tratamiento que disminuya su agresividad, para finalmente erradicar las partes dañadas. Siempre se comienza por lo urgente.
Ahora, traslademos este ejemplo al ámbito político. La consolidación de la democracia y su correcto funcionamiento, son la prioridad de un buen gobierno. Mas si las fuerzas de la corrupción y las de las injusticias tienen el control, y se oponen a ese logro, avanzar se torna imposible, sin primero despojarlas de ese poder y actuar (lo urgente).
En este momento, el gobernante y sus funcionarios deben centrarse en el presente y el futuro. Su actuar en el presente es el de no solo controlar, sino principalmente erradicar los acontecimientos que impiden el avance hacia la democracia. La democracia apunta hacia el futuro, mientras que la corrupción y las injusticias conforman un presente, que obstaculiza ese futuro deseado.
En estos momentos, el actuar del Ejecutivo deja en el aire el futuro de la democracia, ya que el presente sigue configurado y actuando para sofocar su desarrollo, ahogándola en medio de una corrupción que agrupa y una justicia que se preocupa más por manipular a favor de los corruptos.
En nuestro sistema político y social nacional, las fuerzas de la corrupción y las injusticias, han logrado conformarse un autoritarismo corrupto que controla todo el hacer gubernamental y social. Los actuales funcionarios se encuentran navegando en un entorno debilitado por estas fuerzas. Por ello, si el gobierno realmente desea implementar cambios en este contexto, debe actuar con determinación para extirpar las viejas realidades de poder.
Los cambios exigen acciones decisivas. En estos momentos, ya todos entendemos el origen, la naturaleza y las posibles consecuencias de lo que está en juego. Es el momento de corregir lo urgente.
La igualdad de derechos y una justicia pronta y eficiente, que son bases de la democracia, exigen la destrucción de un sistema corrupto, así como la destitución y el enjuiciamiento de los que actúan indebida y malamente y los que los protegen. Esa es la urgencia nacional prioritaria.