Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Está por terminar el ciclo escolar y ante las adversas estadísticas nacionales de rendimiento y capacidad de los escolares, uno se pregunta ¿es eficiente el sistema?  Cuesta llegar a una conclusión al respecto, y en ello pareciera mezclarse alumnos de bajo rendimiento con maestros poco capaces y un sistema organizado malamente y alejado de realidades nacionales y sociales, con expectativas ajenas a las enseñanzas.

Que opinan maestros al respecto: algunos hablan de que promueven a muchos que no lo merecen por presiones en el sistema. Otros cuentan que los padres presionan con armar escándalos, si no se da la promoción de sus hijos, independiente del aprendizaje, capacidades y habilidades que estos logren. Y muchos aducen que no hay interés del niño en aprender, ni ayuda de parte de los padres para enderezar esa circunstancia. Los padres no les ponen disciplina para aprender, no tienen interés en la educación de sus hijos.

Por su parte los padres se quejan de los maestros: los maestros no tienen interés en que aprendan. Los maestros faltan mucho, a todo ponen pretexto para faltar. Solo les interesa atender algunos niños. No saben enseñar.

Ante lo dicho, más otras circunstancias que tienen que ver con estilos y modos de vida y organización pública, creo que la realidad nacional es que la mayoría de adultos, no alcanzamos conciencia de la relación que existe entre educación y vida y con esto me refiero a lo siguiente.

Por principio, la vida de alguien, aun antes del nacimiento, va modificándose (desarrollo y crecimiento) añadiendo sin cesar a su estructura y funcionamiento mostrado en cada etapa de su vivir, nuevos aprenderes, que van guardando en su memoria y acumulando en su bagaje de experiencia. Es ello lo que marca su comportarse ante lo que vive es en buen parte lo que aprendió. Pero a la vez, cada uno recibe de otros, elementos (hechos, ejemplos, datos e información, experiencias) tanto de tipo diversificado como acentuado, que apoya y orienta en determinada dirección y sentido el saber, pensamiento y la vida del afectado. Al final, en cada uno, lo decisivo de todo ello, es sacar utilidad; es decir, pasar de lo espontáneo en que se da y produce ese aprendizaje a acción y conciencia de su necesidad y utilidad. Tanto en esto como en formas de trasmisión que hacemos padres, ciudadanos maestros y orientadores, es en lo que falla nuestro sistema educativo en todos sus aspectos. Paso a explicar.

La forma primaria y primera de una enseñanza del vivir y sus particularidades esenciales (dentro de lo que destaca la forma de aprender) es de responsabilidad de los padres. Luego toma la batuta, pero con responsabilidad compartida con los padres, la escuela; que en nuestro caso está cargada de trasmisión pasiva, que sin trasformación y ubicación dentro de la vida del educando y de la concepción y orientación de lo que persigue la vida nacional, resulta un germen de poca utilidad. La escuela también parece ignorar que la forma de enseñar y educar, no puede deslindarse de la condición bio-social-psicológica del educando el cual, en condiciones precarias y cambiantes, le lleva a un solo tipo de atención: sobrevivir.

Los mamíferos en general, adiestran con un fin a sus crías y usan sus descubrimientos nuevos y acumulados y los trasmiten. En nuestro caso, dentro de una sociedad tan heterogénea en sus grupos, nuestra mirada en el desarrollo de potenciales humano, se logra en grado insuficiente en muchos de esos grupos, cuando estos viven de manera cargada de insuficiencias, no solo de porvenir sino de injusticias e inequidades.

De todo lo anterior deduzco como conclusión: que el proceso educativo lejos de ser una tarea vertical, es horizontal, y no se vuelve accesorio lo que sucede en lo social, lo político o religioso o ambiental. Las formas esenciales y naturales del proceso educativo, a más de tener que ver con lo logrado bio-psico-social de un individuo, tiene que ver con su lugar en la sociedad y las oportunidades futuras que esta le ofrece, para el desarrollo de sus potencialidades y habilidades. Reconozcámoslo pues: el sistema nacional educativo, considerado en su estado y funcionamiento actual, para terminar con lo inestable e insuficiente, tiene que alinearse con el campo particular y singular de lo que como Nación queremos. El uso y poder de la educación en el enriquecimiento humano de la nación, solo es posible si las líneas sociales, ambientales y políticas se unen a los mismos fines: la educación como fuente del desarrollo.

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