Pocas veces los políticos guatemaltecos se interesan en estudiar el comportamiento humano, cuyo funcionamiento es la génesis de la historia social e individual nacional que produce el político y el ciudadano que ronda las calles y los campos de nuestra nación.
No podemos ya desconocer que entre las causas del ser político y ciudadano chapín hay y existe una combinación original de actitudes y de prácticas de adaptación que lleva a la exclamación, infantil si se quiere “así somos” que se forma a partir de lo que asimilamos en una crianza, formación educativa y funcionamiento laboral; de toda la información y experiencia que de esos entornos sacamos y de lo que vamos interpretando y sacamos raja y así nos aseguramos nuestro papel dentro de nuestro medio circundante y aceptamos su comportamiento tanto político como social.
Es a partir de lo anterior que creamos el hogar, barrio, ciudad, nación y funcionamos dentro de ellas obligando a preguntarse uno ¿para qué? Y provocando una respuesta funcional asociada a conveniencia. Esto lo aprendemos de muy niños a través de cuentos como el de la caperucita roja y sino revise del mismo, el diálogo del lobo con ella y de igual manera la respuesta de que el gato tiene uñas para cazar ratones y nuestras respuestas respecto a lo político y social, serán muy parecidas en sus fundamentos: son respuestas que dejan de tener importancia social y se convierten en un logro individual, en una esperanza incluso individual, que se vuelve un modelo para obtener riqueza y poder. El servir y colaborar pasa a un plano secundario.
La siguiente pregunta adquiere otra connotación y lleva a otro razonamiento ¿por qué necesitamos al político y al ciudadano? El divorcio y variedad de experiencia acumulada sobre el sujeto de la pregunta: político, ciudadano, en nuestro caso, produce variedad de respuestas a un porqué necesitamos un político, un ciudadano.
Pero lo más trágico en esto es que, respuestas a esas preguntas, no las transformamos o enriquecemos con la práctica honesta y juiciosa y al final tenemos y nos topamos con una competencia entre el ejercicio ciudadano y el político, cargado de inequidad, violencia, enervación de la vida diaria y nos inclinamos a poner los ojos y resultados esperados en una competencia por poder y la riqueza y si profundizamos en ello, topamos con que eso es el resultado de perturbaciones de mecanismos concretos de comportamiento institucional político y social, en cuyo seno (hogar, instituciones) se desarrollan con toda probabilidad como valores inalterables el ser y hacer político y ciudadano, con rasgos patológicos.
El análisis del sistema social es una tarea difícil y codiciada del político y tiene y genera tantas posibilidades y manifestaciones y por eso no debería constituir un obstáculo insuperable, pues el político y su comportamiento es producto de un comportarse social cuyo origen y evolución es clave para comprender las perturbaciones políticas y sociales del medio. No podemos dejar pasar que toda corrección en un sistema altera favorable o desfavorablemente otras partes del mismo y es por eso que el análisis y reflexión de los problemas políticos y sociales deben enfocarse sistemáticamente en conjunto, pues todos sus elementos se relacionan literalmente entre sí. Toda corrupción, está relacionada con elementos políticos y sociales que la facilitan y permean y a la vez afectan diversas formas de organización y funcionamiento del estado y la sociedad y los efectos de esa organización, pueden ser diametralmente opuestos en ambas esferas, ya sea antagónicos o sumativos y sinérgicos o de otra naturaleza, pero cada una de esas situaciones que se tiene, puede ser un impulso autónomo que influirá en los otros. Lo que acaba de suceder con la organización de la nueva CSJ, es un claro ejemplo de ello. Políticos, religiosos, militares, profesionales ¡qué sé yo!, todos queremos servirnos de lo que hacen y tienen otros, para el logro de objetivos máximos personales.