Voy a partir de un hecho. El Estado está esencialmente ligado a la elaboración y aplicación de la ley, pero no es el originador de lo correcto e incorrecto como tal. Son seres humanos investidos de poder, sus elementos humanos, los que concluyen ese nexo entre reclamos y obligaciones y mientras su trabajo sea al margen de lo justo y normativo, de la equidad, no hay más que una alternativa: retirarlos.
Ya deberíamos dejar de guiarnos por razonamientos falaces como el de un Estado formado por tres poderes que se rigen y regulan por pesos y contrapesos. Marcos teóricos (eidéticos) que se estrellan contra una realidad. Los poderes de estado de nuestra nación se han regido no por marcos constitucionales sino por el poder de las monedas, eso es lo que hace que el trabajo gubernamental sea al margen de lo justo y normativo. La lucha no es contra las instituciones, es y debe ser contra las personas, especialmente cuando estas son un conjunto de delincuentes.
Algo si es claro en esto y el pueblo ya debe despertar a la realidad. La red de relaciones correctas entre poderes de Estado y su trabajo, no necesita ser ordenada y manipulada por Dios, como muchos líderes religiosos hacen saber a sus feligreses; mucho menos sopesada resultado de prácticas culturales humanas o ideada a través de acuerdos mezquinos que de tan prolongado aparecer (ya más de dos siglos) se aceptan como una parte de la cultura tolerable. Simplemente se ha obtenido en nuestro medio, a través del fraude, el reconocimiento equivocado de ver un hacer incorrecto como correcto y este se presenta a sí mismo a la vista del pueblo, como una percepción que debe llevar al agradecimiento (una escuelita, un puesto de salud, unas láminas, etc.) sin permitir que esa acción sea mediada con observación de eventos como su costo, calidad, utilidad, permitiendo tal actitud, que todo acto gubernamental quede en la mente comunal, como no un derecho, sino de dádiva paternal o de bendición divina. Esta postura rotundamente maligna y patriarcal, confunde y detiene el constructivismo social basado en derechos y obligaciones y lo deja en impasse, dando paso al sostenimiento de un Estado Patriarcal. Puede sorprender que ante el problema de gobernabilidad que vivimos, por un lado tenemos a quienes esperan soluciones a los dilemas seculares sobre justicia y equidad con idealismo (eidéticos) pero hasta ahí, sin ver el choque con realidad y los otros (el pueblo sobretodo) que ante una realidad ven cualquier cosa o dádiva con paternalismo. Son pensamientos despiadadamente deshonestos diría la ética.
Yo creo que lo que he manifestado arriba se consolida en un hecho. Dentro de la ciudadanía, las Ciencias Políticas, incluso dentro de las clases profesionales, es materia de la que no se está familiarizado conforme a los principios democráticos y con respecto a la historia y el papel del Estado en ello. No hay ni hemos tenido gobierno alguno que se haya comprometido a demoler la creencia común de que la historia política consiste en la autoexpresión progresiva e inevitable de lo mismo ahora y siempre (el paternalismo) sin percatarnos de que son individuos los que proyectan estructuras esenciales sobre la base de meros acontecimientos cargados de intereses de beneficio para solo algunos, que en principio no pueden conocerse en su totalidad. Solo podando la mala hierba, se podrá hacer un jardín de la democracia, y eso también significa llevar al pueblo al tejido subyacente de la vida política, a la comprensión que sólo las personas inician acciones; y que cuando se dice que un estado actúa, esto significa que las personas que están investidas de la debida autoridad deben actuar en nombre de la mayoría y si no lo hacen en nombre de esta: a echar pulgas a otro lado. Elemental, pero olvidado.