No puede ignorar el guatemalteco, los escándalos que a diario llenan páginas de periódicos y espacios de redes sociales, protagonizados por nuestras autoridades y muchos ciudadanos. La esencia del control de lo que hacen las autoridades del Estado, pertenece al pueblo y de este, como bien lo dijo un filósofo cuyo nombre no recuerdo, el mayor crimen es no hacer nada por miedo a no poder hacer más que un poco por costumbre y decidía.
La situación en nuestro medio se ha agudizado, ya existe todo un mundo de desavenencias entre pueblo y sus organismos de Estado y ante ello, lo único que queda es neutralizar y retirar a los que provocan esa debacle y que ven al pueblo como su huerto particular, apropiándose no solo de sus dineros, sino que venden el patrimonio nacional e imponen toda clase de cargas económicas y financieras sobre el consumo de la gente y eso no de ahora sino de siempre.
En medio de esos escándalos que hay y de falta de justicia para remediarlos y terminar con los culpables; en medio de tal cosa, se mueve una clase media, llamada no sé por qué así, formada de oficinistas, profesionales, incluso obreros, que lo único que pareciera que persiguen, es trepar a ser privilegiados, y que en general mantiene una actitud de esclava y sumisa, perpetuadora del sistema, incluso sacrificando a los suyos.
Resulta más que evidente entonces, que a falta de un hacer en cuestiones de jurisprudencia, gobierno y derecho, a pesar de que, en códigos nacionales internacionales y mandatos, de los que somos signatarios, se ordene sobre esas cuestiones que no es correcto ni en guerras ni en paz atacar y afectar a mujeres y niños, realmente el estado de cosas nacionales que vivimos, es a ellos a quien afecta predominantemente, ante todas las anomalías e injusticias con que se manejan esas cuestiones.
Los problemas cotidianos de supervivencia y bienestar a que estamos expuestos una buena mayoría de guatemaltecos, se entrelazan con lo señalado arriba y no hay nada de inocencia en lo que sucede, sí mucha maldad y es realmente el sistema de cosas como nos gobernamos y funciona nuestra organización social, lo que incluso obliga a echar incluso niños y adultos fuera de la patria y deja y destruye familias por doquier, obligando a muchas mujeres a asumir un doble rol social. Ante todo lo dicho, resulta claro que no hacer nada, es otorgarle todo el espacio a la injusticia y mantener al pueblo en un entontecido aliento alcohólico y de otras drogas. Aún viene a mi memoria la voz (eso hace ya más de tres décadas) dominical del ahora mártir padre Hermógenes, diciendo a sus feligreses que: “corrupto es también todo aquel que viendo el mal y su daño no hace nada, pues otorga permiso y espacio a la injusticia” y el dicho del famoso cómico mexicano “pasa lo que tiene que pasar”. Ellos quisieron enseñarnos a aquellos que todo lo vemos con un “si ha sido así y será” que eso no es más que miedo y quisieron mostrarnos que sin luchas por los ideales que tenemos, estamos condenados a pasarla muy mal y a ser victimarios con nuestra actitud, incluso de nuestros seres queridos.