Dentro de los médicos existe la idea de que la salud no anda tan mal, pero podría andar mejor. Pero para salubristas y epidemiólogos, es más que evidente que hay una gran distancia entre lo que hacemos y deberíamos estar haciendo, se vea desde el aspecto que se vea: inversión, recursos humanos, coberturas, aplicaciones científico técnicas.
Hablemos de la calidad y eficiencia. Estas necesitan de cambios organizativos que permitan a los centros que lo hacen bien y acorde a la epidemiología del lugar, que lo hagan mejor y los que lo hacen peor, al menos que logren lo de los mejores. Tal consejo es viejo, pero nadie lo monta. Para empezar, la incertidumbre en puestos y cargos está siempre presente y no existen incentivos adecuados para el personal. Y ese cambio debe ser complejo integral y universal, pues debemos entender que el sistema de salud no lo es el ministro ni los directores de las unidades ejecutoras, lo son los miles de decisiones que se toman de parte de profesionales y personal administrativo. Decisiones que, si son mal hechas, tergiversadas o mal intencionadas, determinan la calidad y los costes.
Gestión clínica, gestión administrativa, van de la mano y en estos momentos, ese divorcio entre esas gestiones es lo real y es lo que hace que nuestro sistema de salud esté en bancarrota. Además de mala administración y depredaciones, hay despilfarros importantes como lo han señalado investigaciones de los medios de comunicación y la ciudadanía, y no solo son de tipo económico sino también en recursos, como bien lo indicaba no hace mucho un médico “hacemos cosas inútiles y dejamos de hacer otras que cuando suman, aumentan la mala calidad en la prestación de servicios”.
De tal manera que cabe preguntarse en un primer plano si podría el sistema funcionar mejor con lo que tiene como primera medida y luego cuestionarse con cuanto más lo podría hacer mejor. Así que en cada unidad operativa bien cabe tener idea de que funciona bien y mal, y que mecanismos de coordinación deberían montarse para mejorar y, en medio ello, no se puede olvidar que en un sistema de salud adecuado necesita de una buena colaboración público-privada, que solo es posible de conseguir con una buena gobernanza pública de gestión y de confianza y eso significa alinear políticas y servicios a acciones del interés y necesidad general. La documentación existente ha mostrado que eso no ha sido posible.
Las iniciativas transformadoras que está exigiendo el sistema de salud, van más allá de una lucha contra la corrupción; demanda de rejuvenecimiento técnico científico y administrativo, acorde a los planteamientos epidemiológicos y rompimiento de formas crónicas de estructuras verticales e intervenciones por iniciativas de mayor coordinación preventiva y asistencial y ello a su vez implica atender la transformación digital, a una mejor aplicación de esta a programas y atenciones sanitarias y todo ello dentro de un sistema en que el público y la comunidad sea más participativo. Por ejemplo se necesita que la gestión de la salud poblacional sea mejor centrada a las necesidades de los pacientes y ciudadanos sanos, de forma personalizada, predictiva y proactiva, que permite un mejor seguimiento y control de los pacientes con patologías crónicas y, a su vez, una reducción en la utilización de recursos sanitarios. ¿Será capaz de lograrlo la actual administración del MSPAS?