Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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La situación no es tan triste ni tan dramática como para darse el lujo de una desesperanza nacional. Noche triste a la que hay que darle día hermoso –diría el poeta. ¿Cómo? Es la pregunta que hay que responder.

Ya vimos la semana pasada, lo falso del apoyo del Congreso al Ejecutivo, incluso cuando esas sus negativas, signifiquen daño y sufrimiento a la mayoría de los que les eligieron y representan. Ya vimos y continúa en aumento, sin causa que lo justifique, el alza desmedida de precios de la canasta básica y muchas cosas más, de parte del comerciante y sin que el gobierno palee la situación. Ya vimos cómo la justicia se torna en juego de burla. Y así podríamos seguir mencionando un sinnúmero de ya vimos.

Por consiguiente, ya no es momento de darle tiempo al tiempo. El Soberano debe hacerle un llamado al pueblo, se oponga quien se oponga y él bien sabe que el enojo a que nada cambia tiene en el avispero a la población. Y que los malos, mejor organizados y con manos menos atadas, siguen haciendo de las suya no a sus espaldas sino de frente.

Es verdad que el pueblo se siente frustrado de ver como sus autoridades electas metamorfosean su personalidad y compromisos de candidatos a gobernantes y eso de más a menos, de mayor a menor compromiso y lo que más defrauda es no ver cambios en lo que más duele y afecta, ni siquiera intenciones serias y contundentes: ante la injusticia de la justicia, su bolsa que aumenta en deudas y no en utilidades, salud a medias y educación deficiente y servicios públicos: bien gracias nos vemos en la próxima y luego en la siguiente y así hasta no acabar.

Creo que, a estas alturas, ni el Presidente ni sus funcionarios pueden ser avaros con el cumplimiento de sus promesas y su plan de gobierno. No hay ni habrá condena alguna de parte de la población ante cualquier atrevimiento que haga el Ejecutivo en pro del bienestar y el desarrollo deteniendo ya por fin y por todas, los fraudes y trinquetes al erario y bienes de la nación y a la justicia. Eso va más allá de echar culpas. Pero si habrá condenas por dejar de hacer pudiendo y debiéndolo hacer, para eso se les eligió. Ya es hora de detener de tajo y sacar de escena a hechores y malhechores de males y daños.

¿Cuál será la actitud del pueblo si se cumplen promesas? Creo que adquirirá compromiso y participará, pues aún existe la convicción política de un “nunca más”. No se niega que el Gobierno ha estado haciendo cosas buenas y que necesita demostrar y mostrar con más claridad. Por ejemplo, es real su esfuerzo por cerrar chorros monetarios y no monetarios a la corrupción dentro de sus instituciones y ese es un gran paso al fortalecimiento institucional y su mejora operativa y dirección, y eso debe divulgarse mejor a la población. La apertura a la modernidad técnica y administrativa a través de todo un esfuerzo científico técnico, es otro de las acciones positivas que es desconocida por el gran público, al igual que los esfuerzos que se hacen por ampliar la protección del menor y el joven y a mujer, sectores de nuestra sociedad tan dañados. Todos estos son esfuerzos necesarios para combatir males que nacen desde las bases de la sociedad y las instituciones, así como el hecho señalado de no dejarse intimidar de los timadores del Estado pasados. Pero la dirigencia del mal permanece y se refuerza con nuevas actitudes y prácticas y en la lucha contra ello, el pueblo debe participar y para ello ser orientado y se le debe señalar con claridad logros y obstáculos. Hay que purgar las instituciones, pero también romper esa mansedumbre ante el mal que padece la sociedad. Ambos son ejes sobre los que actúa el vicio de todo tipo, que hace de la puerilidad y encegamiento gubernamental y social, su más poderoso aliado.

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