Hemos presenciado la codicia, el despilfarro y la incapacidad durante dos períodos de gobiernos recientes y estamos en la mitad del primer cuarto del actual ¿Será una continuidad de lo mismo respecto a injusticias e inequidades? Pareciera que la historia nos está poniendo de nuevo ante un mundo político que prácticamente hace refundación de lo mismo, rompiendo nuestra esperanza de que lo malo había terminado y ante lo que vemos, eh aquí que todo no vuelve a empezar… sencillamente continúa.
Por consiguiente y a estas alturas, ante el actuar del actual gobierno, lo que mostramos los ciudadanos de manera general es angustia más que justificada: los precios suben, se desabastecen los hogares, el desempleo campea de la mano de la violencia y la maquinaria de los trinquetes arriba y abajo no se detiene. Y en ese escenario, cada uno desde el fondo de su corazón, increíblemente mantiene, aunque sea ya muy débil, el anhelo de que la situación va a mejorar. Queremos y vemos en nuestro interior, cosas mejores y es entonces que la tragedia se agudiza. En medio de ese determinismo que mantenemos hacia el cambio, no movemos ni un dedo por empujarlo. Al contrario, todos esperamos que esa sea tarea de los demás: que la diputada siga desenmascarando los trinquetes de los hospitales y el sistema de salud y, mientras tanto, las poblaciones, las autoridades locales, los sindicatos…bien gracias; se regocijan con la denuncia, pero se conforman con saber y no trasciende esa denuncia a cambio. Mientras tanto, la mano del aprovechado, el explotador y el sinvergüenza, no deja de rascar entre lo ajeno, generando un círculo invisible que defrauda y enriquece ilícitamente; que invita al fraude de todo tipo a todos. En realidad, creíamos que íbamos hacia mejores épocas: ahora lo dudamos. La pendiente hacia el desastre no es más que cuestión de tiempo.
Resulta entonces evidente, que las esperanzas del Progreso son tan solo… una ilusión, pues las escándalos públicos, políticos y privados, siguen a las a la orden del día y lo que se dice y cree, no coincide con lo que ocurre. A pesar de esa situación, los guatemaltecos nos comportamos políticamente de modo cándido ante ese panorama. Políticamente hablando, estamos dentro del congelador y socialmente enfriados. Pareciera que la suma y el apoyo del pueblo a esos entusiastas del grupo semilla, dejó de existir y los dirigentes han quedado como voluntades aisladas y la población ha desfallecido en el momento preciso en que ese flujo grupal de voluntad debió responder y, aunque estamos en medio de una crisis de crecimiento, ante un mal que nunca fue tan profundo, seguimos esperando, sin percatarnos, que ya no es momento de seguir esperando y todos debemos poner de nuestra parte al remedio; de lo contrario, la situación se volverá de solución violenta. Tenemos la necesidad de enfrentar la crisis como un solo cuerpo y debemos estar conscientes que esa carencia de actuar así, es una de las causas de ganancia de nuestro malestar, que se mueve a través de un arrebato de individualismo, que si bien lleva a la sobrevivencia de una mayoría no lo hace hacia el bienestar y eso genera un fuerte empuje a la pulverización de principios morales y a impregnar de particularismos arbitrarios y fuera o al margen de la ley. Es ese individualismo arrebatador, lo que ha conducido simultáneamente a generar grupos de poder que se alzan impulsados por una ambición y apatía general y a firmarse a como dé lugar, como herederos de la conducción de la Nación y ante eso solo cabe la duda de ¿quién devorará a quién?