Mientras esperaba a que se me atendiese para pagar mi boleto de ornato, dos grupos cotorreaban detrás de mí.
– Y ustedes ¿A qué vienen? preguntó alguien de un grupo.
-A denunciar que los maestros solo llegan tres días y siempre la misma cantaleta de excusas: que el tráfico, que fue al IGSS, que reunión acá o allá ¡qué sabemos! siempre tienen una excusas dijo el que respondía y a su vez pregunto al otro grupo y ustedes ¿porque están aquí? La señora que comandaba el segundo grupo, le respondió que iban a denunciar que el doctor del centro de salud solo llegaba unos días y por ratos y que las enfermeras siempre lo tapan con que se fue a atender una emergencia, o al hospital o está en la jefatura, y otras excusas. Cuando terminó de explicar la señora, un tercer sujeto explicó a los dos grupos con un comentario punzante: pierden su tiempo, el alcalde no los atenderá, será el secretario y él les dirá la misma cantaleta de siempre: se les agradece su interés y su preocupación, déjenme su escrito y el señor alcalde pronto resolverá, ya verán.
Aquella conversación no del todo extraña, despertó en mí un recuerdo. Pagué mi boleto de ornato y me dirigí a los grupos y le relaté mi recuerdo. Allá a principios del siglo, cuando fui profesor de la universidad Mesoamericana, las entradas y salidas de los catedráticos, nos las controlaban con una huella dactilar que registraba nuestra fecha y hora de entrada y hora de salida y eso con doble fin: pago justo por el tiempo trabajado y cumplimiento laboral. No hay para dónde –les dije a los que me escuchaban- ese sencillo método, controla esa terrible corrupción como lo es el robo de horas de trabajo, que es una de las más crueles formas de corrupción, pues afecta a otros y a la sociedad y finalicé exhortándolos a que esa solución se la plantearan al alcalde y al secretario.
Al estar por salir de la municipalidad, se me acercó el señor que había hablado con los dos grupos y me lanzó su duda a la cara: y al alcalde y al secretario ¿quién los controlará? todos son coyotes de la misma loma. En todas las instituciones del estado, hay quienes se huevean el tiempo y así que ¿qué importancia puede tener controlar solo a unos cuantos cuando es mal de muchos?. Todas las instituciones deberían usar esa huella digital…
No dactilar le corregí y me despedí de él. Eran las 10 de la mañana y a la vuelta de la esquina del edificio municipal, tropecé en un restaurante con el alcalde y el secretario, que alegremente con unos amigos compartían mesa y unas cuantas bebidas espirituosas. Fue entonces que, ante tan impúdica costumbre de robo de horas laborales, tomé plena conciencia que tal medida dactilar, tendría que ir muy lejos, hasta las altas esferas dentro de los muros institucionales gubernamentales, a fin de restaurar el cumplimiento del tiempo a la justa medida del contrato laboral.